Estamos en año electoral y, a la vista de los acontecimientos, será un año intenso y sin piedad ni educación en el debate público.
Algunos verán reafirmados sus compromisos ideológicos; otros cambiarán su sentido de voto; y otros, además de lo anterior, tendremos el privilegio de poder observar conductas y comportamientos. Si somos capaces de quitarnos por unos instantes el velo ideológico que todos tenemos, la mayoría de nosotros seremos capaces, sin demasiado esfuerzo, de observar cómo determinados individuos comienzan a mostrar condutas erráticas e irracionales cuando alcanzan posiciones de poder. ¿Es sólo una conducta antisocial o un rasgo de la personalidad? ¿Estamos votando a psicópatas?
El concepto de psicopatía siempre ha despertado un interés particular, en parte alentado por personajes del cine o la literatura, como Hannibal Lecter o Noman Bates en Psicosis. Sin llegar a esos extremos, es un comportamiento que hemos normalizado en nuestro día a día y que, a pesar de ser conductas insanas y patológicas (pudiendo ser trastornos de la personalidad según el manual de diagnóstico DSM-V), parecen bastante útiles para funcionar en determinadas organizaciones (Dutton, 2013).
Conductas derivadas de un tipo de personalidad
Numerosos estudios lo explican como conductas derivadas de un tipo de personalidad (recuerden: no todos aspiran compulsiva y absurdamente a posiciones de poder a lo largo de sus vidas); o bien, directamente, como una consecuencia inevitable del poder. No sólo hay que mirar tan hacia arriba. Lo puede padecer cualquier persona (es un continuo), aunque no es menos cierto que la fama y el poder siempre han atraído a narcisistas y antisociales (Desviat, 2021).
Por una cuestión de espacio, en Meet Las Rozas nos limitaremos a algunos rasgos y modelos de conducta, revisando un cuadro clínico sobre individuos que abusan y disfrutan del poder, necesitando el control y el reconocimiento de los demás.
Más allá de estos personajes de ficción, suele venirnos a la cabeza la imagen de alguien incapaz de obedecer normas o de ponerse en el lugar de los demás. Se trata de una visión comúnmente aceptada, aunque errónea. Los psicópatas son capaces de empatizar, pero carecen de la propensión o el interés para hacerlo. Es decir, son capaces únicamente cuando hay un objetivo de por medio (Baskin-Sommers et al., 2017).
Nulo respeto por la verdad
Según Harvey Cleckey (uno de los primeros en investigar sobre la psicopatía), tienen un nulo respeto por la verdad. Durante su obra En el poder y en la enfermedad, David Owen menciona la excesiva identificación con la nación como uno de los síntomas característicos. En definitiva, los ejemplos que podemos observar a diario no tienen fin.
En su defensa, podemos alegar que muchas de las conductas tienen su origen en los primeros años de vida y se han ido moldeando a través de aprendizajes e interacciones con el ambiente a lo largo de los años. A lo anterior, también podemos añadir factores biológicos, como una reducción en la materia gris del sistema paralímbico cerebral (Kiehl, 2012); y una menor conexión neuronal en la corteza ventromedial. Es decir, tienen una estructura cerebral diferente (Gregori et al., 2012). Así, existen factores que predisponen y el poder los dispara. La política y las posiciones de mando son medios magníficos para el desarrollo de este tipo de personalidades.
Comportamientos que hemos normalizado
En cualquier caso, decíamos, son comportamientos que hemos normalizado en el ámbito de los directivos o políticos (sin olvidar a los famosos cargos intermedios aspiracionales). Basta revisar cómo ciertos dirigentes destacan por su afección al poder de una forma irracional y adictiva. Probablemente, sea más cercano a los delirios que a un correcto desarrollo psíquico y aspiraciones legítimas. Según el doctor en Psicología y profesor emérito de la Universidad de Columbia Británica, Robert D. Hare (estandarizó la prueba de diagnóstico de psicopatía, escala PCL, 1991), son personas que generan inicialmente simpatías (las necesitan para sus metas); y que toman las decisiones para alcanzar objetivos materiales.
En definitiva, creen que las normas morales están hechas para los demás e infringir la ley es aceptable y lícito si es útil para sus objetivos (aparcar en doble fila es un comportamiento de estas características). No se sienten culpables cuando hacen sufrir a otros para lograr sus fines; y cuentan con un arma clave: una ira que asusta a sus subordinados (Hare, 2003).
Por su parte, Clive Boddy, profesor en la Middlesex University London y autor de Corporate Psycopaths, explica en su teoría de la psicopatía corporativa que el ambiente de crisis ha creado una continua rotación de empleados y convertido a las empresas en caldo de cultivo para estos personajes. Los psicópatas, como los depredadores en el mundo animal, necesitan cambiar de escenario cada poco tiempo, porque en cuanto son detectados su potencial decae. En un mercado inestable y cambiante, campan a sus anchas.
Síndrome de Hybris
Alejándonos un poco del trastorno y de lo patológico, nos encontramos con el Síndrome de Hybris (el nombre deriva del concepto griego de ‘hyibris’, que significa desmesura). Más allá de impulsos irracionales o desequilibrios mentales, se trata de un constante intento de transgresión de los límites impuestos, convencidos de su verdad (los demás ya no sólo están equivocados, sino que pasan a ser enemigos). J. González-García, a través de una publicación en la Revista de Neurología, lo define como un trastorno psiquiátrico adquirido desencadenado por el poder (en cualquiera de sus formas); y fácilmente reconocible (González-García, 2019).
Abraham Lincoln afirmaba que casi todos podemos soportar la adversidad, pero si quieres probar el carácter de un hombre, dadle poder. En el poder aparece la indiferencia y la sensación de impunidad; cuando no una distorsión de la realidad y un estilo de vida parasitario. Afortunadamente para ellos, los síntomas suelen remitir una vez abandonan las posiciones de poder. Pero ¿y para nosotros?