Hoy retomo a esta tribuna en Meet Las Rozas para hablar del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU). Un documento que, de ser aprobado definitivamente, marcará el futuro de Las Rozas durante generaciones. Este artículo tendrá continuidad con otros durante los próximos meses. Recoge, desarrolla y extiende algunos aspectos de las sugerencias al Avance del PGOU presentadas por el grupo municipal Unidas por Las Rozas, en las que estuve colaborando en el mes de octubre.

2004: el proyecto de PGOU de Bonifacio de Santiago

A nadie se le escapa que el mundo de hoy se parece muy poco al del año 2004. Y si en algún ámbito deberíamos haber aprendido algo, es precisamente en el urbanismo. Por aquel entonces, aún se estaba hinchando la burbuja inmobiliaria que más tarde reventaría en forma de crisis financiera. En España se construían más viviendas nuevas que en Francia, Alemania e Italia juntas. Los precios de la vivienda estaban disparados. Pero, los bancos financiaban la barra libre concediendo hipotecas por el 100% (o el 120%), bajo la premisa de que aquellos precios jamás bajarían. En Las Rozas, era alcalde Bonifacio de Santiago, aplicado feligrés de aquella nueva religión del ladrillo, que solo nos iba a traer riqueza y prosperidad.

Muchos de los planes urbanísticos de aquella época eran, simplemente, instrumentos para meter nuevos suelos urbanizables en esa maquinaria. Uno de tantos fue el proyecto de PGOU de Las Rozas que se empezó a tramitar en 2004. Era tan agresivo que hasta la propia Comunidad de Madrid lo paró varias veces, dando la razón a IU y Ecologistas en Acción. Hasta que, en 2011, el Ayuntamiento desistió definitivamente.

«Las burbujas inmobiliarias revientan de forma trágica»

El sentido común nos llevaría a pensar que hoy, casi veinte años y tres crisis después, a nadie se le ocurriría pensar el futuro de una ciudad desde esa óptica. Ya sabemos que las burbujas inmobiliarias revientan de forma trágica; y que la vivienda no baja de precio por construir más. También conocemos la magnitud de la crisis ecológica y las consecuencias de destruir suelos y ecosistemas. Ya atisbamos un futuro en el que la dependencia del coche empezará a ser un privilegio que muchos no podremos permitirnos. En buena ley, todo esto nos debería llevar a plantear el futuro de Las Rozas desde una perspectiva muy distinta a la de los años del boom inmobiliario.

«José de la Uz ha presentado un PGOU más insostenible y más agresivo que el de Bonifacio de Santiago»

Pues bien, en el año 2022, el Equipo de Gobierno de Las Rozas ha presentado, básicamente, la misma propuesta de PGOU que Bonifacio de Santiago en 2004. Perdón, ¿he dicho la misma? Me he equivocado y no quiero ser injusto… con Bonifacio. Mientras el Avance del PGOU de 2004 planteaba 8.522 nuevas viviendas; el de 2022 prevé 10.826, es decir, 2.304 más. Buzoneando un folleto de color verde con la palabra corazón, disfrazando todo de sostenibilidad y hablando mucho de innovación, el alcalde José de la Uz ha presentado un PGOU más insostenible, más agresivo y más arcaico que el de Bonifacio de Santiago en los peores años del ladrillo.

Hace falta un PGOU, pero precisamente para lo contrario. Las Rozas necesita planificar su futuro para afrontar en los próximos años los retos que vienen. Retos que no tienen que ver con los delirios especulativos de hace veinte años, sino con la adaptación de la ciudad y el territorio a las situaciones de crisis ecológica y social que ya estamos empezando a vivir. Un PGOU para una ciudad como Las Rozas en el año 2022 no puede ignorar, al menos, tres objetivos que resultan prioritarios el contexto actual: la sostenibilidad en el uso del suelo; la reducción de la dependencia del coche; y el acceso a la vivienda.

«El PGOU pretende urbanizar todo el suelo de Las Rozas que no esté protegido»

Como el proyecto que hizo Bonifacio de Santiago el 2004, el PGOU presentado pretende urbanizar todo el suelo de Las Rozas que no esté estrictamente protegido. Esto quiere decir que, una vez se haya ejecutado y para toda la posteridad, no volverá a haber suelo en Las Rozas para hacer frente a las necesidades que puedan surgir, salvo el protegido por su valor ambiental. Este modelo es contrario a cualquier concepto de sostenibilidad en el uso del suelo; y supone una amenaza para la conservación de los recursos naturales y suelos protegidos en el medio y largo plazo.

Este modelo agrava uno de los mayores problemas que ya tiene Las Rozas, y que el contexto que ya estamos viviendo empieza a señalar como prioritario: la dependencia del coche. El PGOU dispersa aún más una ciudad que ya tiene un problema grave de dispersión, al situar nada menos que 9.500 viviendas (y muchos metros cuadrados de otros usos) en ambas márgenes de la carretera del Escorial, y en prácticamente toda su longitud.

Un PGOU acorde a la realidad social de Las Rozas

Un PGOU acorde con los retos actuales partiría del razonamiento contrario: cómo podemos reducir las necesidades diarias de movilidad en coche. Por un lado, debería identificar espacios vacantes y fórmulas que permitieran desarrollar servicios (comercio, equipamientos, zonas verdes…) en proximidad con los barrios que ya existen. Por otro, plantearía una estrategia de integración en la ciudad de verdaderos nodos transporte público, facilitando la cercanía a las viviendas y la conexión peatonal y en bicicleta.

Otra circunstancia que no se puede obviar es la situación del derecho a la vivienda. El PGOU vuelve a incidir en un modelo mayoritariamente unifamiliar, que ni siquiera ha sido el principal en los desarrollos urbanísticos de Las Rozas más recientes (La Marazuela, El Montecillo, El Cantizal, Los Castillos…). Cualquiera que siga el mercado inmobiliario sabe que un chalet de obra nueva en Las Rozas costaría, tirando muy por lo bajo, 800.000 euros. En las actuales circunstancias del mercado inmobiliario, comprar una vivienda de ese precio implica poner una entrada de 250.000€ y asumir una cuota de 3.000€ al mes durante 30 años.

Hay gente con dinero, sí, pero no tanta. En Las Rozas somos abrumadora mayoría la gente que necesita modelos de acceso a la vivienda que tengan algo que ver con el mundo real. Ese mundo real de 2022 que este PGOU, resucitado directamente desde el año 2004, ignora.