Cuando aprieta el calor nada mejor que cobijarse a la sombra de la Sierra del Dragón. El peculiar relieve de Siete Picos, la cresta rocosa más fácil de identificar cuando desde Las Rozas miramos hacia la Sierra de Guadarrama, ha sido bautizada a lo largo de la Historia de diferentes maneras. Sierra del Dragón y Peña Caballera son sus topónimos más conocidos. Pero es el primero el que sin duda mejor caracteriza a la escarpada línea de este macizo granítico. Llegar hasta los pies de este dragón dormido es uno de esos paseos que proponemos desde MeetLasRozas.

Un balcón privilegiado al que asomarse
Las praderas de Siete Picos son un balcón privilegiado donde entretenerse contemplando el paisaje que se abre ante nosotros. Por un lado los pinares de la Fuenfría y por el otro, el valle del Eresma y tierras segovianas. Es aquí, a dos mil metros de altitud donde comprobamos la fuerza de la naturaleza y como ésta ha moldeado el paisaje. Las severas condiciones meteorológicas a las que se encuentra sometida esta parte de la sierra, han provocado que en nuestro paseo nos encontremos con pinos silvestres retorcidos e inclinados, y más pequeños de lo normal. Los efectos del viento y el peso de la nieve en invierno les ha dado un aspecto único. A su lado, árboles muertos, quizás por la caída de algún rayo que los partió en dos, o bien por el fuego que un día escupió ese dragón que nos mira desde lo alto y que nos da la bienvenida a un mundo onírico, donde incluso las rocas han sido esculpidas por la naturaleza de una forma extraña.

¡Qué no se despierte el dragón!
Para llegar a nuestro destino ascenderemos por la ya cerrada pista de esquí del Telégrafo, en el puerto de Navacerrada. Al final de la cuesta se deja a la derecha el remonte y se sigue de frente. A nuestra izquierda, pronto distinguiremos la imagen metálica de la Virgen de las Nieves y a la derecha unas enormes rocas desde donde contemplar los bosques de Valsaín. Seguiremos de frente y comenzaremos a bajar ligeramente. Poco a poco el camino se va abriendo hasta llegar a las praderas. El camino que nos lleva a los pies de Siete Picos hay que hacerlo en silencio. ¡No despierte al dragón!, no vaya a ser que tengamos que abandonar tan singular lugar antes de lo esperado.
