Pocas cosas nos gustan más que una buena teoría de la conspiración (y en pandemia, más). Las redes sociales aumentan exponencialmente la velocidad de difusión. Sin embargo el pensamiento conspiranoico tiene a sus espaldas siglos de historia demostrando una y otra vez una asombrosa capacidad de adaptación a cualquier contexto. De esto hablamos hoy en Meet Las Rozas.
El individuo conspiranoico no aparece marginado en una cueva o con un sombrero de papel metálico. De hecho, atraviesa todas las edades y clases sociales. Afortunadamente, sabemos que la razón es muy sencilla: hay millones de teorías a nuestra disposición y la realidad es mucho más caótica y azarosa de lo que nos gustaría. Frente a poder aceptar la imposibilidad de entender todo en sociedades que funcionan a una velocidad vertiginosa, la conspiranoia propone casualidades ocultas, negando las causas reales de determinados acontecimientos.
Cada noticia tiene asociada una narrativa de sospecha, sin importar la excentricidad o el delirio que parecen a simple vista. De la nada, aparece la capacidad de elaborar un discurso convincente a partir de hechos que no tienen nada que ver entre sí. Básicamente, vemos coincidencias en torno a grandes eventos y luego nos inventamos historias a partir de ellos.
Ansiedades y miedos de una sociedad
La principal diferencia histórica radica en el potencial daño que pueden llegar a hacer. Existen publicaciones que dejan a la vista cómo tener acceso a este tipo de información o formación puede modificar nuestras creencias e incluso, nuestros síntomas. Un equipo de científicos demostró que tener acceso a demasiada información sobre los posibles efectos secundarios de la vacuna frente al Covid podría desencadenar síntomas reales, aunque el pinchazo fuera con suero (Haas et al., 2022). Igualmente, si se reducen las clases de religión, aumenta el ateísmo (Arold et al., 2022)
Hace años, mantener la existencia de un monstruo en el Lago Ness o divagar sobre el asesinato de Kennedy podía dar horas de espectáculo. Pero se quedaba en eso, un entretenimiento. Actualmente, el globalismo y la Agenda 2030 (elementos que nos atañen a todos) son sus bestias negras.
Cuando en una pandemia se mantiene que nos insertan chips en las vacunas o que Bill Gates quiere dominar y matar a parte de la humanidad, la cosa deja de tener gracia. Pero no todos son malas noticias y existe un lado positivo: muestran las ansiedades y miedos de una sociedad en un momento determinado. Mike Wood, psicólogo de la Universidad de Winchester, afirmaba que, en situaciones de estrés o angustia, cuando uno siente que no controla su vida se vuelve mucho más susceptible a creer en conspiraciones.
El pensamiento conspiranoico
Desde el punto de vista de la psicología, el pensamiento conspiranoico es una forma de convicción obsesiva. Desde ella se da por hecho que determinados acontecimientos son el resultado de conspiraciones de los grupos de poder. En algunos casos, los delirios son idénticos a los que se manifiestan en determinados trastornos mentales, llegando a entender el rigor informativo como una censura de sus ideas o de personas que no entienden la realidad (la suya). El modus operandi, es seguir hacia delante cueste lo que cueste.
Dado el espacio disponible, podemos intentar agrupar los motivos por los que hay personas obsesionadas con determinadas conspiraciones. Probablemente, no cambien, pero nos puede ayudar a aliviar la inquietud de cómo se llegan a afirmar o creer determinadas cosas.
Existen rasgos que compartimos todos de una forma natural: los aprendizajes, la necesidad de control y las comparativas sociales (nosotros frente a ellos). Sin embargo, aparece un rasgo que suelen compartir y les caracteriza especialmente: la necesidad de sentirse diferentes (Imhoff, 2017).

Narrativas paralelas
En definitiva, las conspiraciones favorecen la creación de espacios para narrativas paralelas a la realidad. Pero también nos ofrecen una información muy interesante a la hora de entender los comportamientos y perfiles de estas personas y de cómo se relacionan entre todos nosotros.
Dada la necesidad de atención que tienen, si les hacemos caso ganan por dos motivos. En primer lugar, el algoritmo de las redes sociales amplifica de forma indiscriminada el pensamiento de la extrema derecha, quienes suelen promover este tipo de información (Huszár et al., 2021).
Por otro lado, al darles cabida en debates junto a científicos, virólogos o expertos, se reafirma su posicionamiento (si participan en esos debates, por algo será, piensan).
Como en otras ocasiones y tantas en la vida, conviene no hacer demasiado caso a todo.
Bill Gates y las vacunas
Intentaré explicar en pocas líneas la situación de Bill Gates respecto a las vacunas. En 2015, Bill Gates ofreció una charla Ted. En ella afirmaba la opción real de que fuera más probable que un virus matase a 10 millones de personas antes de que lo hiciera una guerra,
Cinco años después, en marzo de 2020, Bill & Melinda Gates Foundation donó 100 millones de dólares a la Coalition for Epidemic Preparedness Innovations (CEPI).
CEPI fue lanzada en Davos años atrás. Es una alianza de fondos públicos y privados dedicada a financiar el desarrollo de vacunas para combatir enfermedades infecciosas emergentes, así como mejorar la respuesta colectiva en caso de crisis sanitaria.
Se llevaba años trabajando en ello, lo que explica que muchas iniciativas pasaran por la fundación.