Recorrer la Calle del cabo Rufino Lázaro es hacerlo entre un buen número de concesionarios de coches, talleres de reparación de vehículos y motocicletas, algún que otro restaurante, un par de tiendas de pintura y las cocheras de los autobuses de Autoperiferia. Casi paralela a la Avenida de Nuestra Señora del Retamar, la Calle del Cabo Rufino Lázaro parte de la rotonda Plaza 8 de Marzo, hasta su conexión con la M-505, la misma carretera por la que el guardia Rufino Lázaro trasladaba en su moto vespa a los detenidos, hasta los juzgados de El Escorial.

Único guardia de Las Rozas
Rufino Lázaro fue el único policía local, – el guardia de toda la vida – que tuvo Las Rozas durante casi toda la década de los años sesenta. Durante siete años, Rufino Lázaro recorría las calles del pueblo y velaba por la seguridad de todos sus vecinos. Estaba atento ante cualquier problema de orden público que hubiera en Las Rozas. Si alguien cometía un delito y había que detenerlo, lo hacía e iban directos al calabozo situado en los soportales del Ayuntamiento, muy cerca de su vivienda familiar. Allí su mujer, Maruja, se encargaba de llevar la comida a los detenidos, y como buena gallega que era, a buen seguro que aquellos platos les sabían a gloria bendita. Además, no era cuestión de castigarles sin comer, todo lo contrario, bien lo saben los niños de aquella época cuyas madres amenazaban con llamar al guardia si no almorzaban. Tras los guisos de doña Maruja, aquellos delincuentes emprendían, junto a Rufino Lázaro, el viaje en vespa camino de los juzgados de El Escorial, eso sí, con el estómago agradecido.

Vocación de servicio público
Rufino Lázaro nació en Las Rozas y desde muy jovencito se dedicó a la jardinería “hasta caer enfermo después de la Guerra Civil”, apuntaba Eduardo Muñoz en su libro sobre la Historia de Las Rozas. Rufino Lázaro estuvo cuatro años hospitalizado, y tras su larga convalecencia, su vida cambió. El ocho de enero de 1960 se hizo guardia. Su vocación de servicio público le hizo ser respetado por sus vecinos a quienes conocía bien. Los roceños acudían a él, no solo para verse seguros, sino también para preguntarle cualquier cosa que fuera menester. Con esa paciencia y campechanía que le caracterizaba, según quienes le conocieron, intentaba dar respuesta siempre que podía.

Rufino Lázaro trataba a todos sus vecinos por igual, y si había que visitarlos en sus casas, lo hacía, aunque éstas estuvieran tan alejadas del centro como hoy en día se sitúa la calle que lleva su nombre – por aquel entonces llegar hasta allí era sortear primero la cuesta de Mataborricos, – intuyan ustedes el porqué de su nombre – . También se acercaba junto a toda su familia cuando le requería ayuda el guardia de Las Matas, Eleuterio Hernández, para vigilar que todo fuera bien en las fiestas de San José. Cuando llegaban las de San Miguel, el apoyo se brindaba al revés.
Por dedicar su vida a la seguridad de los vecinos de Las Rozas, una calle del municipio lleva su nombre. Porque, como decía Eduardo Muñoz es recordado como un fiel servidor público “honrado, humilde…, incapaz de hacer el mal (…) cariñoso más que nadie, buena persona, cabal”, y sobre todo “roceño”. Rufino Lázaro, el primer guardia de Las Rozas, murió un 16 de julio de 1995. Una calle camino a El Escorial, lleva su nombre. Hoy nos hacemos eco de su historia desde Meet Las Rozas.