Permítame, doña Cigüeña María, que les cuente a mis vecinos de Las Rozas una historia ‘muy real’: la tradición de elegir como reinas y damas de honor a las jóvenes que durante las Fiestas de San Miguel representan la belleza que atesora mi pueblo y el suyo.
Es costumbre en Las Rozas, desde que tengo uso de razón, celebrar la Elección de Reinas y Damas de Honor de las Fiestas de San Miguel cuando las vacaciones de verano rozan su fin. No olvidamos que, desde hace algún tiempo, la elección se ha hecho extensiva también a ellos, a los jóvenes roceños. Pero como aquí se trata de hacer memoria, el recuerdo de quien escribe estas líneas se remonta a aquellos años en los que las niñas y las jóvenes ocupaban todo el protagonismo.

Pistoletazo de salida de las Fiesta de San Miguel
Llegado el último fin de semana de agosto o el primero de septiembre, cuando ya tocaba guardar el traje de baño, las niñas de Las Rozas sacaban del armario sus mejores vestidos, acompañados de sus mejores sonrisas y su salero, para intentar ser reina o dama de honor de las fiestas de su pueblo. Porque tan alta distinción les hacía mucha ilusión, una felicidad compartida con todos los roceños, que acudían a esa cita tomándola como una jornada festiva que pocos se perdían. No faltaron ni siquiera cuando las obras de la Plaza Mayor de 1985 impidieron que el acto se celebrara en ella, como era y es costumbre, y tuviera que cambiar de escenario al Polideportivo Retamar.
La incertidumbre de la Comisión de Festejos ante el cambio de ubicación y la posible ausencia de público pronto se convirtió en satisfacción, pues en aquel polideportivo se concentró todo el pueblo para escuchar, a través de la voz grave y ronca del periodista Federico de Sosa, maestro de ceremonias, que en aquel San Miguel de 1985 actuarían Bertín Osborne y Alaska. Fue el año en el que se coronaron como reinas ‘dos concepciones’: Concepción Araujo Sánchez (infantil) y Concepción Herranz Bravo (juvenil). ¡Seguro que alguno de estos nombres les suenan a mis vecinos!

Eran días de nervios para todas las niñas y jóvenes que decidían subirse a aquel escenario y desfilar ante todo su pueblo. “Para los familiares y amigos de las candidatas también eran momentos de nerviosismo pensando si se iban a tropezar”, relata Pedro, que junto a sus amigos no se perdía tan ansiada cita, pistoletazo de salida, junto al campeonato de mus, de las Fiestas de San Miguel.
Más que un premio
Aquellos posibles tropezones en el escenario y los nervios, comunes a todas ellas, quedaban olvidados cuando el nombre de alguna salía como agraciada. El jurado solía tener difícil la elección y en más de una ocasión la reina ganó por tan solo un voto de diferencia, como ocurrió en 1986 con la elección de la reina infantil, o el empate para ocupar ‘el trono’ entre las juveniles, teniendo que repetir la votación. El jurado lo formaban cada año un grupo de personas de lo más variado, muchas de ellas de renombre. Recuerdo que en 1983 formaron parte de él, entre otros, los jugadores del Real Madrid, Gregorio Benito y Juan José; los periodistas Joaquín Arozamena, Juan Carlos Azcúe y Raúl del Pozo; el actor Álvaro de Luna; y uno de los componentes de Martes y Trece. Todos ellos tuvieron que elegir a las reinas y damas de honor de aquel año entre 35 aspirantes infantiles y siete juveniles. Las afortunadas fueron Cristina García Sanclemente, que contaba por entonces con 15 años, y Elia Mena Cañada, de tan solo cinco años.


Todas las candidatas, elegidas o no, tenían su premio. Para Esther era suficiente el regalo que te hacían el día que te presentabas. Para Nuria, motivaba que te regalaran “entradas gratuitas a los conciertos”. Nuria, que vivía intensamente la Elección de Reinas y Damas de Honor, recuerda cómo se vistió para la ocasión en casa de sus amigas: “una camiseta y unas mallas de ciclista negras, y el pelo muy cardado con mucha laca”. Ya ven, la moda de aquellos años ochenta.
Pero si había un regalo al que aspiraban todas las niñas del pueblo era el traje que se luciría el día de San Miguel, tanto para la coronación como para la misa y la cabalgata, pues te vestían como a una reina, nunca mejor dicho. Aquellos vestidos maravillosos que lucían todas ellas los costeaba el Ayuntamiento, alrededor de ¡cien mil pesetas!, o eso, al menos, nos cuentan.

La ilusión de ser la elegida
Con un clavel en la mano salían al escenario. Muchas no dudaban en tirárselo al público, otras se escondían tras él, las más espabiladas se lo regalaban a algún miembro del jurado y la mayoría se lo llevaba a casa. “Recuerdo que era todo enchufismo porque nosotras éramos muy guapas y nunca nos elegían”, comenta una roceña que prefiere permanecer en el anonimato por aquello de que ‘le enchufen el nombre’. “Daba una vergüenza grande, pero me lo pasaba bien”, nos confiesa otra. “Siempre te quedaba la ilusión de que te eligieran”, añade una más. “Nunca me apunté porque mi padre no me dejaba ni ir a la plaza a ver la elección de reinas, aunque yo siempre me escapaba para verlo. Mi hermana sí se presentó sin que él lo supiera. Por aquel entonces los padres no tenían que firmar el consentimiento”, confiesa Cristina, que siendo ya madre sí dio permiso a su hija Paula, no solo para ir sino para presentarse, con la fortuna de ser elegida, primero Reina, y años después, Dama de Honor de las Fiestas de San Miguel.
Como bien sabe usted, doña Cigüeña María, el paso del tiempo y los años van cambiando nuestros gustos, aficiones y costumbres. Me cuentan que, en cierta ocasión, un concejal de Fiestas de Las Rozas calificó la Elección de Reinas y Reyes de “paletada”, calificativo por el que se disculpó después. Puede que dicha apreciación sea compartida hoy en día por alguno más. Puede incluso algún colectivo feminista tache dicho acto de ‘machista’, propio del contexto social de las décadas de los ochenta y noventa, o quien piense que se ha desvirtuado con el paso de los años.
Para quienes lo vivimos y lo rememoramos era una cita en el calendario de las Fiestas de San Miguel cuya llegada ansiábamos, a pesar de que significara el final del verano y el inicio del curso escolar. La Elección de Reinas de las Fiestas quedará siempre en la memoria de aquellos roceños. Hoy, sin embargo, los protagonistas son ellos y ellas, los jóvenes de Las Rozas que toman el relevo… en el escenario y en el día a día de este, nuestro pueblo.
