Buena gente. Gran persona. Entrañable, hospitalario, discreto. Siempre con una sonrisa. Dedicado a su familia y a los demás. El deporte como fundamento de su vida. Así era Ramón Moreno Grosso. Así recuerdo a Grosso. Pendiente de sus hijos, a quienes animaba desde el Polideportivo de la Dehesa de Navalcarbón en Las Rozas, a seguir sus pasos, no solo los futbolísticos. Ver a Ramón Grosso en el campo de fútbol de la Dehesa era una estampa habitual. Escucharle hablar, un lujo. Tenerle como vecino, un privilegio.

Más allá de todo lo conseguido a nivel profesional (una copa de Europa, siete Ligas, tres Copas de España, trece veces internacional con la Selección…), el Real Madrid C.F. define a Ramón Grosso como ‘jugador todoterreno’ que heredó el dorsal 9 de Di Stéfano, y como ‘el alma del equipo yeyé’ que ganó la sexta Copa de Europa. Sin embargo, el mejor retrato que hace el Club merengue sobre Ramón Grosso es que era “un hombre de equipo que trabajaba por el bien común”. Casi dos décadas después de que un cáncer se lo llevara demasiado pronto (falleció el 13 de febrero de 2002 a la edad de 58 años) su familia sigue trabajando en equipo y por el bien común a través de una fundación que lleva su nombre.

Los Grosso, una familia ligada a Las Rozas
En el verano de 1986 la familia Grosso decidió trasladar su hogar a Las Rozas. Aquel cambio debió ser brusco. “La vida era muy distinta a la que estábamos acostumbrados en Madrid. Estábamos lejos de la familia que vivía en San Blas, Vicálvaro y Vallecas. Sin embargo, enseguida nos habituamos y nos sentimos parte del pueblo”, señala Amparo, viuda de Ramón Grosso. Las Rozas aún era entonces ese municipio en el que todos se conocían y los Grosso no pasaron desapercibidos. Pronto, padre e hijos formaron parte del paisaje roceño. Un paisaje vinculado al deporte y a la juventud. “El Real Madrid iba a construir la Ciudad Deportiva en Las Rozas. Por eso nos vinimos, al igual que muchos otros jugadores del Madrid de la época”, apunta Ramón Moreno que, junto a otro de sus cinco hermanos, Julio, pronto comenzaron a darle al balón. Lo llevaban en la sangre. “Mi hermano Julio comenzó a jugar en Las Rozas desde muy pequeño. Yo ingresé en el Club Deportivo de Las Rozas con 21 años y estuve un par de temporadas. Mi padre tenía muy buena relación con la directiva, con los socios y con la gente del entorno. Nos veía jugar, iba a algún entrenamiento y participaba muy activamente en todo lo que podía”.


En aquellos entrenamientos y partidos a los que acudía Ramón Grosso a ver a sus hijos, siempre ocupaba un segundo plano. Ellos eran los protagonistas, no él. Siempre discreto, no solía inmiscuirse. Los observaba de lejos. Quizás como hubiese hecho hoy en día con su nieto Marcos Llorente. De haberle visto triunfar en el fútbol “estaría feliz”, estaría cerca de él “por si Marcos lo necesitara para cualquier cosa” pero siempre en “un segundo o tercer plano”, nos cuenta Ramón Moreno, tío de Llorente.

Hoy en día, parte de los cinco hijos y cuatro nietos de la familia Grosso no residen ya en Las Rozas, “pero nuestra vida sí gira en torno al pueblo. Amigos, vida, salidas… nos gusta muchísimo Las Rozas”, asegura Ramón Moreno. Su padre también disfrutaba de los “muchos amigos” que con los años cosechó en el pueblo. Entre ellos Juan Francisco García, José Luis Martín Calderón y Juan Antonio Tirado, todos “gente del fútbol” con quienes tuvo una estrecha relación. Con ellos y con otros muchos disfrutaba de Las Rozas y de su entorno. “A mi padre le gustaba mucho vivir aquí. Las Rozas era muy tranquila y la vida era cómoda”. A Ramón Grosso lo que más le gustaba, no podía ser de otra manera, “eran las instalaciones deportivas” con las que contaba el pueblo. “Las Rozas siempre ha sido un referente nacional en lo deportivo y eso a él le gustaba muchísimo” (Las Rozas posee dos Premios Nacionales de Deporte, concedidos por el Consejo Superior de Deportes en 1991 y 1999)

“Ramón Grosso fue un gran jugador de fútbol, pero sobre todo una magnífica persona y un excelente deportista en el sentido más amplio del término”, aseguraba el ex alcalde José Ignacio Fernández Rubio el día en que la Asociación de Veteranos del C.D. Las Rozas y el Ayuntamiento, le dedicaron una placa en su memoria. Desde entonces, el nombre de Grosso luce en una de las puertas de los campos de fútbol de Navalcarbón.


La Fundación Ramón Grosso, hacer el bien en su ADN
“Mis padres siempre han intentado ayudar a la gente y hacer el bien” de ahí que el motivo de crear la Fundación Ramón Grosso haya sido “rendir un homenaje a la memoria de una excelentísima persona, más que a un gran jugador de fútbol. Mi padre ayudó a muchas personas de manera anónima. Muchísimas”, por eso el objetivo de la Fundación es “continuar con los valores con los que mi padre construyó su vida y la de su familia, y que eran su día a día”. Ramón Moreno, junto a sus cinco hermanos y dos sobrinos mayores de edad, constituyeron en 2014 la Fundación Ramón Grosso. Su campo de actuación es el país africano de El Chad, un país “donde no quiere ir casi nadie y a quien no le importa a nadie”, matiza Ramón.
En El Chad, la Fundación Ramón Grosso ayuda a cientos de niños “a tener la posibilidad de un futuro a través de la educación y el deporte”. Utilizan el deporte “como herramienta de motivación, como escuela de valores y motor de integración. La misión de esta metodología no es conseguir grandes deportistas, sino grandes profesionales y mejores personas para su futuro y el del país”, nos explica Ramón Moreno.

Un altavoz para dar voz a las mujeres de El Chad
Los hijos de Ramón Grosso se sienten orgullosos de contar en El Chad con un colegio que atiende a más de mil niños y con seis escuelas deportivas, además de “un proyecto para unificar y dar formación a las ‘clínicas’ rurales del sur de Yamena para salvar todas las vidas posibles de recién nacidos y sus madres”. Actualmente tienen cinco niñas de entre diez y doce años en España estudiando y formándose. Niñas que están entrenando para ir a los Juegos Olímpicos de 2024 en París en la disciplina de Gimnasia Artística. “El objetivo es que se conviertan en un referente en su país a través del deporte y los juegos olímpicos serán un altavoz que les permitirá poner a El Chad en el mapa y dar voz a las mujeres y niñas chadianas”.
Todos los recursos que destina la Fundación Ramón Grosso en El Chad son para los niños de un país que ocupa el puesto 73 entre 78 países en el Índice Global de Hambre y el puesto 184 de 187 países en el Índice de Desarrollo Humano del PNUD 2014. El 83% de la población rural de El Chad vive por debajo del umbral de pobreza extrema. Solo el 2% de la población urbana tiene acceso a un sanitario básico. La esperanza de vida es de 51 años en el hombre. El 70% de los adultos son analfabetos y solo el 30% de los niños están escolarizados.

Feliz ayudando a los demás
“La sensación de saber que realmente estás ayudando a alguien que lo necesita y que seguramente, si tu no le ayudaras, estaría condenado a una vida terrible” es para Ramón Moreno, lo mejor que le ha pasado en la vida. Y la Fundación es el mecanismo para conseguirlo. Un compromiso con los más pequeños, una labor en este país “olvidado” que ha sido reconocida por la Unión Europea y que cuenta con el reconocimiento de diferentes instituciones a nivel nacional e internacional.
Ramón Grosso estaría feliz al ver que su familia continua con ese valor vital de ayuda a los demás. Aunque si viviera, como dice su hijo, “no nos hubiese permitido ponerle a la Fundación su nombre”. Él era feliz ayudando a los demás de manera anónima, aunque su vida no lo fuera. A Ramón Grosso poco le importaba lo que dijeran de él. Solía decir: “Qué me importa el murmurar de la gente si me absuelve el tribunal de mi conciencia”.
Tenga la conciencia tranquila Don Ramón que aquí en Las Rozas, en su pueblo, no murmuramos sobre usted, más bien elogiamos quién fue y qué legado dejó.
