Permítame doña María apropiarme de su pico y su palabra para contar esas crónicas de pueblo que ya suenan a pasado por estos mundos de Internet, y de los que usted es y ha sido testigo desde la altura de su campanario.
Decía un buen amigo de Las Rozas como fue el poeta Rafael Alberti: “Yo tengo mi calle aquí camino del Guadarrama en donde tanto viví. Ya me puedo pasear bajo mi nombre, sentarme, dormir, escribir, cantar. Las Rozas. ¿Por qué Las Rozas? No encuentro más consonantes al sol, que las buenas mozas. Por aquí siempre pasé durante la guerra, ahora ya en paz, me quedaré. Pues cuando un ayuntamiento pone tu nombre a una calle, es como darte un asiento. Gracias. Mis coplas ya pueden entrar y salir tranquilas, sin que el viento se las lleve. (Rafael Alberti. Revista ‘Descubre Las Rozas’. 1987)
En Las Rozas no sopló el viento mientras por sus calles, sus bares y sus núcleos culturales anduvo Rafael Alberti (Puerto de Santa María 1902-1999). Por esta tierra roceña paseó el poeta de la Generación del 27 allá por la década de los ochenta. Ataviado con vaqueros, chaquetas oscuras y calcetines claros, sin olvidar esa melena blanca al vuelo, promocionaba y acudía a todo acontecimiento cultural que por aquel entonces se celebrara en esta villa.
En los alientos finales de la década de los ochenta, en la Biblioteca Municipal, ‘la del pueblo de toda la vida’, recitaba versos rodeado de amigos como los pintores Juan Barjola y José Caballero. Porque si de algo ha presumido Las Rozas a lo largo de su historia es de su extensa nómina de pintores, escritores, artistas, músicos y deportistas de renombre entre sus más insignes vecinos. Algunos pasearon con rumbo efímero entre sus calles y sus gentes, otros decidieron imitar a la cigüeña María y quedarse para siempre. Rafael Alberti, ni lo uno ni lo otro. Cada vez que podía, subía desde su estudio, en la calle Princesa de Madrid, a ese pueblecito que era Las Rozas de los ochenta y que ya caminaba hacia un desarrollo difícil de parar.
Las Rozas de entonces no era Las Rozas que Alberti recordaba de los años treinta, de cuando la Guerra Civil le descubrió un pueblo devastado por las bombas. Como decía el poeta, había cambiado mucho y le era grato visitarlo con frecuencia, recorrer sus calles y pararse bajo la sombra de sus árboles. Alberti deseaba que Las Rozas creciera “cada vez mejor, para que todos sus habitantes, mis amigos, vivan felices y contentos” (Fuente: Wikipedia)
Aquí en Las Rozas se enteró una tarde lluviosa de noviembre de 1983, en casa de unos amigos, del fallo del Premio Cervantes. Como narró en su día Olga Álvarez en el diario El País, con una taza de café delante y pellizcando a escondidas unos dulces prohibidos, Rafael Alberti esperaba sereno, sonriendo, el veredicto final. Aquel Premio Cervantes, dotado con diez millones de las antiguas pesetas, le permitió entre otras cosas pagar los gastos de la hospitalización en una clínica de Majadahonda de su primera esposa, la escritora María Teresa León, afectada de alzhéimer, porque “sin ese dinero no lo podría hacer, (…) la poesía no da para nada. Los gastos de María Teresa son muchos y yo quiero que esté lo mejor cuidada posible”.
Las Rozas fue protagonista de uno de los momentos más felices de Rafael Alberti y también testigo de la convalecencia del poeta tras sufrir un aparatoso accidente de coche en julio de 1987. Aquel siniestro le dejó postrado durante algunos meses en una silla de ruedas. El autor de Marinero en Tierra se recuperó de sus heridas en tierras roceñas, en casa de su amiga Luisa Martí, coordinadora de las salas de Arte del Centro Cultural de Las Rozas por aquel entonces.
Tras “ciento veintiocho días aparcado en un confortable sillón” (Rafael Alberti. Diario 16. 1987), el poeta gaditano recuperó su “libertad perdida” y quiso que su primera aparición pública fuera en Las Rozas, durante la inauguración de la sala de exposiciones de la antigua Biblioteca Municipal junto a Juan Barjola, Juan Manuel Díaz-Caneja, José Caballero y Manuel Rivera. Aquel acontecimiento fue calificado por la prensa local del momento como antológico.
Y es así como durante casi tres años, Rafael Alberti forjó una amistad cultural con este pueblo. Una vez levantado de su silla de ruedas, raro era el día que no caminara por Las Rozas y se detuviera ante los óleos y acuarelas expuestas en el establecimiento de los hermanos Araque, en la plaza del Ayuntamiento.
Juanjo Araque, concejal de Cultura en aquel tiempo, recuerda orgulloso cómo Rafael Alberti apadrinó y ayudó en lo que pudo a enriquecer la cultura del pueblo.

En 1988 el Palacio de la Prensa de Madrid acogió el evento ‘Descubre Las Rozas’ donde el Ayuntamiento expuso durante varios días el desarrollo del municipio a nivel urbanístico, deportivo, educativo y, por supuesto, cultural. Aquel evento se convirtió en un homenaje al poeta y fue también el escenario donde Rafael Alberti dio a conocer su libro Golfo de sombras, veintitrés poemas de amor ilustrados con dibujos del pintor Manuel Rivera. Sara Montiel, Concha Velasco, José Luis Pellicena, Esperanza Roy o Julieta Serrano fueron los encargados de recitar aquellos versos “por donde el sexo femenino se transforma en sutiles flores, como orquídeas” (Rafael Alberti. ABC. 1988). Aquel día, recuerde doña María, se vistió usted de oro para irse con el poeta y ocupar con orgullo un lugar destacado en su corazón. Porque a pesar de no ser usted paloma, nadie se equivocaba al entregarle a Alberti la Cigüeña de Oro.
Y con ese mismo orgullo por formar parte de la memoria del poeta, paseaba don Rafael por la calle bautizada con su nombre. Como no podía ser de otro modo, aledaña a la Biblioteca de toda la vida. Allí, en sus estanterías, se encuentran los poemas, la obra, de todo un referente de la literatura española del siglo XX.
Los roceños dejamos de ver a Rafael Alberti al iniciarse la década de los noventa cuando decidió galopar a su tierra del Puerto de Santa María. Un 28 de octubre de 1999 se marchó para siempre a los 96 años, y como decía su poema, su voz murió en tierra y fue llevada al nivel del mar y dejada en la ribera.