Permítame, doña Cigüeña María, que hoy nos demos una vuelta por los bares de Las Rozas. Por aquellos establecimientos que ya forman parte de la historia de nuestro pueblo.
Decía don Francisco Umbral que cuando llegó a Las Rozas, allá por la década de los setenta del siglo pasado, este municipio era un pueblo con un único bar, la Taurina. Aquella mítica Taurina, donde se instaló el primer televisor de Las Rozas, estaba ubicada en el llamado barrio de abajo, en plena calle Real, en el edificio donde hoy se ubica un estanco.
Pero como usted bien sabe, doña Cigüeña María, La Taurina no fue el primer bar de Las Rozas, aunque sea uno de los que se han quedado retenidos en nuestra memoria, -dicen que se comían los mejores boquerones en vinagre de la zona y que a Francisco Umbral le encantaban-.
Un pueblo muy tabernero
Los vecinos con los que se entrevistó Eduardo Muñoz para su libro Historia de Las Rozas, le contaron que nuestro pueblo ha sido muy tabernero, y que los roceños solían jugarse una “frasquilla de vino” al dominó, al mus, a la brisca y al tute entre las cuatro paredes de las numerosas tabernas que poblaban Las Rozas antes de la Guerra Civil. Conocemos algunos de sus nombres, todos con los motes- intuimos-, de quienes los regentaban o eran sus propietarios: la taberna del Tío Soldao o la del Chato en la Plaza; la del Tío Luciano “que apenas era visitada”, y no sabemos el porqué; la del Tío Polo, en la calle Real; la de Cahete, en una esquina de la Cuesta de San Francisco; y donde posteriormente estuvo La Taurina, la taberna del Tío Perico. Todas ellas ubicadas en el barrio de abajo, lo que hoy sería la calle Real y su entorno.
Pero había más. En el barrio de arriba, en las cercanías del barrio de La Suiza, estaba, según dicen, el que más solera tenía: el Casino, posteriormente, bar Masa. Hoy ya desaparecido, el bar Masa fue, junto a la Taurina, dos emblemáticas tabernas de Las Rozas hasta no hace tanto tiempo. En el bar Masa se forjaron noviazgos, se aprendió el oficio de camarero y entre sus fogones fueron muchas las roceñas que pusieron en práctica aquel manual clásico de cocina editado por la Sección Femenina del franquismo. Tras su abandono, el bar Masa sirvió de morada de okupas hasta que se derribó, levantándose en la actualidad un edificio de viviendas.
Eduardo Muñoz dejó por escrito que en el barrio de arriba también estaba la taberna del Tío Baltasar, “famosa porque tenía de todo: juego de cartas, dominó, billar, baile…”. Frente a la Dehesa de Navalcarbón, en la carretera de La Coruña, se ubicaba la taberna La Cañada, que después pasó a ser el bar Estación; y junto a la primera gasolinera que llegó a Las Rozas en 1930, se asentó el bar Próculo.

Casa Mariano, toda una institución
Tras la Guerra Civil y los años de posguerra, cuando Las Rozas se fue recuperando de su devastación, nuestro gusto por los bares, tabernas y restaurantes tomó velocidad de crucero. Son de aquella época, el bar Anita, “que tan bien conoció Ava Gadner”, según nos cuenta Rafael Díaz. El ‘Anita’ se encontraba donde hoy está la incorporación al Bus Vao; el bar el Ambigú, en el interior del desaparecido Centro Recreativo el Baile en la calle Real, regentado durante más de 20 años por una de las familias Bravo de Las Rozas; el bar Chato, frente al antiguo cine y actual Salón de Plenos del Ayuntamiento; y como guinda del pastel, Casa Mariano.
Pegado a la carretera de La Coruña junto al Torreón, en el Camino Viejo de Madrid, Casa Mariano sabía cómo atraer a su clientela: “Donde mejor se come con todo el confort moderno”, rezaba su anuncio publicitario. Cuentan que Di Stéfano, por aquel entonces ya un grande del Real Madrid, gustaba dejarse caer por la cocina de Mariano López, su propietario. Desconocemos si alguna vez marcó el número 13 para llamar por teléfono y reservar. «Pocos habían tan merengues como don Mariano», nos recuerda Tiobati, así que, despejada la duda: don Alfredo no lo necesitaba.

Historias al calor de una barra de un bar
Paulino Bermúdez, Pedro Lázaro, Quintina Lázaro y Juan Salcedo, entre otros, son algunos de los nombres propios de propietarios de aquellas tabernas y bares de antaño; de establecimientos de antes y después de una Guerra Civil que tanto marcó la historia de nuestro pueblo. Con el boom de los 60, y más tarde la modernidad de los 70 y 80 del siglo XX, el paisaje hostelero de Las Rozas cambió.
De aquella época son el bar Tirado, la Aurora, el bar Plaza, La Gavia, Los Chicos, La Parra, Tiramonte, Mesón Pepe, restaurante Calleja, la Taberna de Regiones, La Ponderosa y tantos otros. Cada uno de ellos con diferentes historias entre sus cuatro paredes, mesas y barras. Cada roceño que tuvo la suerte de dejarse caer por alguno de ellos, mantendrá en su memoria tapas, vinos, guisos y anécdotas que algún día deberían formar parte de esas historias que no deberían quedarse en el olvido. Y cada uno, tiene la suya.
Los bares, que lugares tan gratos para conversar, decía el estribillo de aquella canción de Gabinete Caligari que tanto hemos tarareado quienes ya pintamos canas. Como ha podido comprobar, doña Cigüeña María, hablar de Las Rozas también es hablar de bares; de historias contadas al calor de una barra de un bar, porque no hay nada como el calor del amor hacia un bar. Sírvase este artículo de aperitivo.