Vuestra soy, para Vos nací: ¿Qué mandáis hacer de mí?”. Así comienza el poema Cantos del Corazón enamorado de Santa Teresa de Jesús. Con su lectura íntegra, se inició el acto que celebran cada año las bibliotecas de Las Rozas para conmemorar el Día de las escritoras.

Vuestra soy, para Vos nací: ¿Qué mandáis hacer de mí?”. Así comienza el poema Cantos del Corazón enamorado de Santa Teresa de Jesús. Con su lectura íntegra, se inició el acto que celebran cada año las bibliotecas de Las Rozas para conmemorar el Día de las escritoras.

La Biblioteca León Tolstoi sirvió de escenario y altavoz a veinte fragmentos de textos escritos por autoras españolas e hispanoamericanas. Textos que fueron leídos por mujeres y hombres, vecinos de Las Rozas, que les pusieron voz.

Foto cedida por Biblioteca Municipal de Las Rozas

El Día de las Escritoras es una iniciativa que partió hace cinco años de la Biblioteca Nacional de España. El objetivo es reivindicar la labor y la trayectoria de mujeres escritoras relegadas a menudo a un segundo plano a lo largo de la Historia. La celebración de este día tan reivindicativo para las letras, compartido por todas las bibliotecas de España, se hace coincidir con la festividad de Santa Teresa de Jesús, el 15 de octubre. Fecha en la que falleció “la escritora que mejor representa la eclosión del movimiento espiritual de su tiempo”, como la califica Anna Caballé, presidenta de la Asociación Clásicas y Modernas.

«El esfuerzo cotidiano de las mujeres»

En palabras de la comisaria de la V Edición del Día de las Escritoras, Elvira Lindo, “la literatura escrita por mujeres está a menudo espoleada por una conciencia esencial del esfuerzo”. De ahí que este año se haya celebrado bajo el título de ‘El esfuerzo cotidiano de las mujeres’. En el acto de apertura de esta edición en la Biblioteca Nacional, la autora de Manolito Gafotas hizo mención a esas mujeres que  “expresan cuánto trabajo precisa el acto de amar, de tener hijos o de desear la soledad, cuán férrea voluntad hay que reunir para defender una vocación – la de escritora – al tiempo que se cumple con las tareas que ha acarreado tradicionalmente la condición femenina. La voz de las mujeres suele exhalar un aliento esforzado, una conciencia constante de que la vida siempre ha de exigirles más que a los hombres”.

«Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito»

En la Biblioteca León Tolstoi se verbalizaron textos profundos y reivindicativos de escritoras como Rosalía de Castro. Escuchamos, a través de su prólogo de La hija del mar, palabras tan gruesas como éstas: “Pasados aquellos tiempos en que se discutía formalmente si la mujer tenía alma y si podía pensar (…) se nos permite ya optar a la corona de la inmortalidad y se nos hace el regalo de creer que podemos escribir algunos libros, porque hoy, nuevos Lázaros, hemos recogido estas migajas de libertad al pie de la mesa del rico, que se llama siglo XIX”.  

Sonreímos con las irónicas palabras de Sor Juana Inés de la Cruz en su Respuesta a Sor Filotea de la Cruz: “¿Qué podemos saber las mujeres sino filosofías de cocina? (…) Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito”.  

Bello fue el poema O meu mundo de la escritora gallega Pura Vázquez, que cantaba a través de la palabra cosas así: “En mi mundo no tiene cabida la violencia, las horas malditas mensajeras de muerte. Porque yo adoro la templanza, el sabor óptimo de las cosechas, la voz noble, la abundancia conseguida, entre todos ver cómo sale el sol amablemente por detrás de las persianas que brille en los ojos como un manojo de luz”.

Tomamos conciencia del mundo obrero femenino de los años veinte del siglo pasado de la mano de Luisa Carnés, ejemplo de precocidad en la literatura española, al sumergirnos en su obra Tea rooms, mujeres obreras. Obra en la que escribió: “La obrera española, salvo contadas desviaciones plausibles hacia la emancipación y hacia la cultura, sigue deleitándose con los versos de Campoamor, cultivando la religión y soñando con lo que ella llama su “carrera”: el marido probable. Sus rebeliones, si alguna vez las siente, no pasan de momentáneos acaloramientos sin consecuencia”.

No podía faltar a la cita Gloria Fuertes y la Nota biográfica de su Antología poética, donde, a través de su particular forma de contar las cosas, nos hablaba de su paso por la vida, nacida «en Madrid a los dos días de edad, pues fue muy laborioso el parto de mi madre que si se descuida muere por vivirme. A los tres años ya sabía leer y a los seis ya sabía mis labores… A los nueve años me pilló un carro y a los catorce mi pilló la guerra (…) Quise ir a la guerra, para pararla, pero me detuvieron a mitad de camino. Luego me salió una oficina, donde trabajo como si fuera tonta, pero Dios y los botones saben que no lo soy (…) Todos los míos han muerto hace años y estoy más sola que yo misma…”

Con Carmen Baroja y Nessi nos acercamos a las mujeres de finales del siglo XIX con un retrato sobre ellas que aún sigue sobrecogiendo: “La moral de mi casa, muy a la española, era por demás rígida para mí en cosas pueriles y sin importancia, y muy laxa para mis hermanos en cosas que yo, ya entonces, consideraba importantes. Luego, después de casada, esta moral todavía se acentuó más y ya no tuve derecho más que a hacer mis labores domésticas y llevar la carga de muchísimas cosas (…) Si hubiera tenido medios propios, en alguna ocasión hubiera agarrado a mis hijos y me hubiera marchado, pero nunca tuve medios, ni serví para ganar nada por falta de preparación, ni tuve coraje para intentarlo…” (Recuerdos de una mujer de la generación del 98)

Dulce María Loynaz, Elena Fortún, Ana María Matute, Josefina Carabias, Mercé Rododera, Concha Méndez… y así hasta completar veinte voces, veinte escritoras, veinte formas de hacer literatura. De todas ellas aprendimos pequeños grandes detalles sobre sus anhelos, sus sentimientos, sus vidas y sus desventuras. Y fueron rescatadas una vez más en una tarde de principios del otoño en Las Rozas.

Quédense con esta última frase de la poetisa uruguaya Ida Vitale que lo resume todo: “ser humano y mujer, ni más ni menos”.

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Foto cedida por Biblioteca Municipal de Las Rozas