Llevado por el devaneo que me permite la ociosidad del día festivo, dedico un ratito a mirar hacia dentro y, haciendo un poco de retrospección, trato de recordar, pasadas ya más de dos décadas, por qué elegí Las Rozas para vivir con mi familia. Y el asunto no es baladí pues al rememorar los motivos que me llevaron a dar ese paso trayendo conmigo a quienes más quiero, puedo hacer balance a estas alturas y valorar, si se han cumplido o no, las expectativas creadas allá por el siglo pasado.

Ha habido muchos acontecimientos en mi mundo desde entonces, buenos y malos. Y creo que vivir aquí me ha servido para disfrutar más de los primeros, y superar con menos dificultad los segundos. Aún recuerdo aquella ilusión con la que firmamos ese contrato que, al cabo de poco más de un año, se convirtió en la vivienda que hasta hoy sigue siendo nuestro hogar. Ya aquí, los primeros meses tuvimos la agradable sensación de estar siempre de vacaciones. El ambiente era propicio, habida cuenta de que veníamos de un barrio muy concurrido de la capital con sus ruidos tan desagradables, su bullicio constante, su tráfico insufrible, su caos, todo difícil de soportar y que poco invitaba al paseo y al disfrute de las calles aledañas. No vinimos huyendo de aquello o tal vez sí.  Y todo lo contrario  encontramos aquí: aire libre agradable para respirar, zonas abiertas, tranquilidad, espacio, naturaleza. Poco a poco, pues nuestro nuevo barrio estaba aún naciendo, empezamos a celebrar, como niños en Reyes, la llegada de esos servicios tan necesarios para hacer más placentera y cómoda nuestra vida aquí: las nuevas líneas de autobús creo recordar que fueron lo primero, poco después aparecieron los camiones de recogida de basuras, poco glamorosos pero muy necesarios, los buzones de correos, las fuentes y bancos, la abnegada policía local, ornamentos y servicios que no aprecias hasta que no los tienes. La apertura de los distintos comercios, centros de salud, farmacias, escuelas, cines y los inevitables aunque necesarios centros comerciales llegaron a continuación, no tardando mucho.

Sucursales bancarias y peluquerías también se instalaron  como sospechando que los roceños de mi barrio ansiáramos pedir prestado y deambuláramos con el cabello largo y despeinado. Polideportivos, auditorio, recinto ferial, centro multiusos, campos de fútbol, de tenis incluso de voleibol playa para aprovechar y sacar partido a los fines de semana. ¡Las bibliotecas! Las amplias zonas verdes. Mención especial para la Dehesa de Navalcarbón, nuestra propia Casa de Campo. Lugar idílico donde pasear, respirar y disfrutar de la naturaleza. La Plaza de España, la calle Real, el corazón de nuestra ciudad. Sus gentes, recias aunque hospitalarias con los recién llegados. La singularidad de Las Matas, ese barrio tan pintoresco con aceras tan estrechas.

Y es que hay muchas Las Rozas. Una ciudad moderna que conserva sus tradiciones. Elegí esta ciudad porque es una ciudad frontera, a medio camino entre la gran urbe y la montaña desde donde fácilmente puedes satisfacer tu capricho de volver a visitar el Madrid de los Austrias un día y subir al día siguiente a la sierra de Guadarrama para recorrer, si las piernas aguantan, parte del Camino Schmidt. En Las Rozas te asilvestras pero no pierdes lo que tiene de bueno el urbanita. Y hemos crecido mucho. Se desarrollaron nuevos viales y se mejoraron y ampliaron los ya existentes. Conciertos, teatro, ferias, exposiciones, mercadillos completan desde hace tiempo la oferta de ocio que puedo disfrutar con mi familia. Es prioridad el deporte. ¿Y la hostelería? Bares, cafeterías, restaurantes por doquier que aún conservan esa ambiente de pequeña ciudad que resulta tan acogedor. Muchas zonas de compras que, en algunas fechas significadas producen algún atasco de tráfico para mí soportable, suponen un aliciente y un reclamo comercial que redunda positivamente en nuestra ciudad.

Ambulatorios, gran y moderno hospital en la ciudad colindante hacen más llevadero, menos gravoso el padecimiento de las dolencias que, tarde o temprano, acaban por llegar hasta su sanación. Y el SAMER, un servicio municipal de lujo para los roceños que merece ser mimado. Siempre está ahí, dispuesto a socorrerte cuando lo necesitas. Nuestros ángeles de la guarda les llamamos. Los servicios sociales, tan necesarios para muchos.

Y es que Las Rozas da para mucho. Y bueno. Es derecho de los roceños disfrutarla pero también es nuestra obligación cuidarla y respetarla. En todas partes hay personas incívicas, son las menos, que incumplen las más elementales normas de convivencia. No quiero poner ejemplos que seguro están en vuestra mente. Y en esto nuestro oasis no es una excepción. En fin, corresponde a nuestros gobernantes municipales responder y estar a la altura que los roceños merecemos y ampliar y mejorar los servicios que, con nuestro trabajo y nuestros tributos, contribuimos con sacrificio diario a sostener. Deben también afrontar los nuevos retos con prudencia, buen criterio y visión de futuro como el nuevo PGOU, atendiendo en definitiva las sugerencias de sus vecinos. Casi siempre el talento es todo, como dice Larra. Y afrontar y solucionar los problemas, que los hay: transporte, mantenimiento, limpieza, movilidad, comunicación, lentitud burocrática, se me ocurren; y alguno que otro más.

Debe el gobierno municipal presionar a sus homólogos central y autonómico para que nos consideren y mejoren los servicios y desarrollen las infraestructuras que les competen. Y es labor de todos exigir a nuestros representantes locales en la oposición que hagan labor de vigilancia y control para el cumplimiento de los compromisos asumidos y así contribuir para que Las Rozas sea la ciudad donde todos soñamos vivir. Yo, echando la vista atrás, puedo decir que mis expectativas se han visto cumplidas. Pero quiero más, mucho más; para mis hijos, para mi familia, para mis vecinos, para mí. No debemos conformarnos.

Yo quiero que mi ciudad sea vanguardista en protección del medio ambiente, en cultura, en ocio, en comercio, en tecnología, en seguridad, en sanidad y educación, en servicios sociales, en gestión y administración. Quiero una ciudad solidaria. Quiero una ciudad donde puedan quedarse mis hijos para formar aquí sus propias familias. Quiero una ciudad donde puedan descansar mis seres queridos. Y no voy a conformarme con menos. ¡Alcalde, queremos más y mejor! Nos lo merecemos. ¡Vamos, Alcalde! ¡Viva Las Rozas! ¡Viva San Miguel y la Virgen de Retamar! O viceversa.