No es casualidad que la Taberna de Regiones haya conseguido tener el reconocimiento de los vecinos de Las Rozas con el primer premio en la última Feria de la Tapa. Tampoco resulta extraño que se haya alzado dos veces con este galardón, y que en otras dos ocasiones su ‘invención culinaria’ quedase en segunda posición. Quienes se hayan dejado caer por esta histórica taberna de Las Rozas habrán comprobado que tratan con mimo la cocina. Son años de experiencia y de buen hacer, dentro y fuera de los fogones.

Jose y Román, dueños de La Taberna de Regiones, recibiendo el primer premio como ganadores de la IV Ruta de la Tapa, de manos del Concejal David Santos

Una taberna con historia

Acudir a la Taberna de Regiones es adentrarse en la historia de Las Rozas. Es recordar aquel barrio de Regiones Devastadas levantado en 1940 por el Ministerio de la Gobernación tras el final de la Guerra Civil, cuando el pueblo era un amasijo de escombros. Noventa casas distribuidas en seis manzanas destinadas, en su mayoría, a jornaleros. Con los años esos pequeños edificios blancos han ido desapareciendo del paisaje roceño, pero no su esencia. Algunas aún se mantienen en pie, otras han cambiado su fachada. Y en una de ellas, la casa de la familia Bravo Ávila, hace treinta y cinco años comenzó una aventura, un referente del buen yantar.

Más de tres décadas abriéndose su propio camino, su propio hueco en la hostelería roceña. Treinta años que no hubiesen sido lo mismo sin la sabiduría de Angelita delante de los fogones. Sin su maestría a la hora de cocinar, sin su toque personal y sus horas dedicadas a crear y mantener sus platos de toda la vida. Es la mano que mece la cuna de toda la familia. Una cuna que comenzó con el esfuerzo ímprobo de José Luis, “El Lobo”, su marido. Sin él, hoy la Taberna de Regiones no existiría y sus dos hijos, Jose y Román, no continuarían con su legado.  

Fachada de la casa de la familia Bravo Ávila a principio de la década de los 80 y actual ubicación de La Taberna de Regiones

Pico y pala

Todo comenzó en las Fiestas de San Miguel de 1986, cuando la familia decidió montar un chiringuito con cinco mesas de tijera debajo de su casa. “Al ver la buena acogida que tuvimos, decidimos poner un pequeño bar”, comenta Jose, uno de los dos hermanos que hoy están al frente del establecimiento. La familia no tenía ahorros y no podía hacer un gran desembolso económico, “solo contábamos con el sueldo de mi padre”. Pero eso no impidió que aquel sueño saliera adelante. Así que, “con un pico y una pala, mi padre hizo la bodega con la ayuda de mi tío Manolo y unos amigos”. A aquel pequeño bar había que ponerle un nombre, y ahí no hubo duda, se llamaría igual que el barrio al que pertenecía.

Los inicios fueron duros. José Luis Bravo Herranz, el alma de la Taberna de Regiones, trabajaba de mecánico de trenes con horarios complicados, viajando de un lado para otro. Su mujer, Angelita, se puso al frente de una diminuta cocina de cuatro metros cuadrados ayudada por su madre, doña Emilia, de quien aprendió a guisar. Y sus hijos, a la salida del colegio, echaban una mano.

La clientela creció y el negocio arrancó. “Cada vez teníamos más clientes y fuimos ampliando poco a poco el bar. En 1991 adquirimos el local donde hoy está el restaurante. Lo reformamos, lo insonorizamos, lo decoramos y, de nuevo en unas fiestas patronales, volvimos a tener un éxito increíble. No dábamos abasto con las raciones y los bocadillos”.

Román, el benjamín de la familia Bravo Ávila, en sus inicios como camarero en el restaurante de sus padres. En la foto junto a un compañero
Jose, el mayor de los hermanos Bravo, se hizo cargo del servicio de barra de La Taberna de Regiones tras acabar sus estudios

Sacrificio y esfuerzo

Fueron años de renuncias, de sacrificios, pero también de satisfacciones. Los hijos de José Luis y Angelita decidieron dedicar su futuro al negocio familiar, renunciando incluso uno de ellos a su sueño de ser un ciclista profesional: “fue una decisión dura, pero lo tuve claro”. Jose recuerda con nostalgia, y con una sonrisa, cómo tenía que “atar a la barra a mi hermano Román para que no la dejara sola, porque era un niño de 14 años que, como todo niño, lo que quería era jugar y divertirse con sus amigos. Si actualmente es un trasto, imaginaros como era antes”.

La Taberna de Regiones cogió velocidad de crucero, más velocidad que la de los trenes que reparaba José Luis Bravo. Los bocadillos dieron paso a las raciones y las raciones se complementaron con platos estrella. Las patatas de la casa comenzaron a ser un clásico; las carnes rojas, un reclamo; las zamburiñas, algo exótico; el rabo de toro, una exquisitez; los lomos de anchoa, un éxito; y el cocido, una cita en el calendario. Todo lo necesario para la cocina de Angelita llegaba a primera hora de la mañana. Su marido, José Luis, se encargaba de ir a por ello de madrugada a Mercamadrid. Aquel género debía llegar fresco, debía ser de calidad, aunque para ello hubiera que sacrificarse con unos madrugones que ya forman parte del quehacer diario de quienes han continuado con esa labor paterna.

Jose, «El Lobo» fue el alma, el padre de La Taberna de Regiones. Sin él nada hubiese sido igual. Junto a Román, su hijo menor y el actor Jorge Sanz

“Quien tenga hacienda, que la atienda”

Fue así como la Taberna de Regiones se sumó a los clásicos bares y restaurantes de Las Rozas. Competía y se complementaba con el Mesón Pepe, el Bar Tirado, La Gavia, Los Amigos, La Tasca… A su mesa se han sentado Hombres G, Jorge Sanz, Edu Soto, José Tomás, César Rincón, Oscar Higares, Juan Mora, Betty Missiego… pero sobre todo vecinos y amigos, clientes fieles que buscaban y buscan un buen lugar para comer y para disfrutar del trato familiar que la Taberna de Regiones siempre brinda. “Nuestro restaurante es familiar y por este motivo no queremos ampliar abriendo otro restaurante. Dejaríamos de tener la atención tan personalizada como la tenemos ahora. Como decía mi padre, quien tenga hacienda que la atienda”.

Doña Emilia, madre de Angelita, estuvo muchos años junto a su hija al frente de la cocina

Larga vida a la Taberna de Regiones

Jose y Román decidieron un día dar continuidad al sueño de sus padres. Se propusieron que la Taberna de Regiones fuera algo más que su hogar, que fuera el sustento de sus familias. Sobre su futuro, “no sabría contestarte. Mis hijos están centrados en sus estudios y mis sobrinas son aún muy pequeñas. Es un trabajo durísimo, con horarios larguísimos. Es un oficio muy sacrificado”.

Lo que sí saben los hijos de Jose y Angelita es que “seguiremos luchando en nuestro pequeño templo para seguir agradando a nuestros clientes de la mejor manera que sabemos”. En la próxima Feria de la Tapa “participaremos con la misma ilusión, y con mi madre al pie del cañón”.