Permítame doña Cigüeña María que hoy les hable a nuestros vecinos a través de Meet Las Rozas de una de las fiestas más antiguas y queridas en este nuestro pueblo: La Retamosa. Porque más de uno, llegada esta fecha, primer domingo de Mayo y su lunes posterior, al pasar por la Dehesa de Navalcarbón quizás se haya preguntado el porqué de tanto alboroto. Pues sepan ustedes que no se trata de otra cosa que de uno de los días festivos de mayor arraigo del pueblo en el que habitan. Donde hoy hay bullicio, mesas y sillas, casetas de partidos políticos, asociaciones, servicios públicos, paellas gigantes, castillos hinchables y escenarios con altavoces atronadores, ayer había manteles sobre la hierba donde las familias se reunían en torno a una merienda preparada con mimo y tiempo, según los posibles de cada vecino.

Pero a pesar de que la fiesta de La Retamosa ha evolucionado, no ha perdido su esencia, hacer pueblo. Cuenta José Ramón Sánchez en el libro Apuntes para la Historia de Las Rozas, que, si bien, antaño todos los vecinos del pueblo se conocían, donde se daba la verdadera cohesión interna del pueblo, era en las celebraciones festivas “religiosas o paganas, distribuidas a lo largo del año, dando lugar al momentáneo abandono de las largas jornadas de trabajo”.
De merienda a la Dehesa de Navalcarbón
Una de esas celebraciones era La Retamosa. Recuerde doña Cigüeña María cómo se celebraba esta fiesta en el siglo pasado, recuerde aquella procesión del primer domingo de mayo donde las roceñas se ponían de punta en blanco, estrenando para la ocasión algún que otro vestido, y los niños eran ataviados con las mejores galas para recibir y colocarse a los pies de la Virgen del Retamar, en procesión en torno a la Iglesia de San Miguel.

Ayer y hoy, se sigue celebrando una gran merienda en la Dehesa de Navalcarbón. En romería se lleva a la Virgen del Retamar hasta su Ermita. La tarde de ese lunes de mayo, las pandillas y familias del pueblo llegaban hasta la Dehesa, ayer caminando, hoy en vehículo privado, para acomodarse en algún rinconcito de este singular paraje natural. Y lo hacen para reunirse con sus vecinos y merendar aquellas viandas que sean menester, aunque la reina de todas ellas fue, y es, la tortilla de patatas. Quienes tienen más retamosas a sus espaldas, quizás hayan sido protagonistas de aquellos encuentros entre “mozas y mozos casaderos” que discurrían en lo más recóndito de la Dehesa de Navalcarbón, tal y como nos relata Emilio Muñoz (Historia de Las Rozas). Al regresar al pueblo al anochecer, la ronda “a la moza querida se alargaba hasta la media noche”. Puede que en la actualidad aún continúe esta tradición.

La Ermita de la Virgen del Retamar
La Virgen del Retamar no siempre fue venerada en la ermita que hoy todos conocemos situada frente a la Dehesa de Navalcarbón. En el pasado existió otra ermita ubicada cerca del Puente del Retamar, aledaña a otra dehesa, la Dehesa de Santa María del Retamar. Este paraje, mencionado en el Libro de Montería de Alfonso XI (siglo XIV), estaba enclavado sobre el río Guadarrama, a medio kilómetro río abajo en su margen izquierda. Hasta no hace mucho, parece ser que quedaban algunos vestigios de los cimientos de sus casas y de la vieja ermita consagrada a la Virgen del Retamar. El Lugar, según relata José Ramón Sánchez, se fue despoblando con el tiempo, quedando en soledad su ermita, donde aquellos vecinos de Las Rozas acudían en romería acompañados por los “danzantes que, vestidos con trajes típicos y valiéndose de unos palos, trenzaban hábilmente unas largas cintas”. Esta tradición del siglo XIX se perdió, no así la romería a la ermita que continuó hasta que la ruina se la llevó por delante. Los roceños tuvieron entonces que trasladar la imagen de la Virgen a la Iglesia de San Miguel.
Durante la Guerra Civil, la Iglesia de Las Rozas fue totalmente destruida, y con ella la imagen de la Virgen del Retamar. Una imagen que debió ser reconstruida. La actual luce con todo su esplendor, no solo en el interior de la Iglesia, sino cuando es llevada en romería hasta su nueva ubicación, la Ermita de la Dehesa de Navalcarbón.



Permítame doña Cigüeña María que termine este relato con un poema, el que Emilio Muñoz dedicó a esta arraigada fiesta que es La Retamosa, y que espero y deseo, que desde ahora, cada vez que nuestros vecinos disfruten de la misma, recuerden su historia:
“ Primer domingo de Mayo,
de Mayo, siempre florido,
la Virgen del Retamar, Patrona
de Los Roceños nacidos.
Música, pólvora, fiesta,
niños en la Procesión,
mucha gente, es la Patrona,
escucha al Cura el Sermón.
Día siguiente las meriendas,
a la Dehesa, a Las Eras,
los mayores van más lejos, es Mayo
y verde están las praderas”
(Emilio Muñoz. Historia de Las Rozas)