Siempre recordaré con especial añoranza las clases de Filosofía del instituto. Era un momento en el que podía abrir ventanas de mi mente que siempre habían permanecido cerradas. Sin embargo, sonarán siempre en mi cabeza aquellas frases típicas de: “esto no sirve para nada” o “la filosofía no es más que una asignatura de relleno”. Y en ese momento es cuando más discrepo con alegría y a su vez me acuerdo de un libro al que siempre estaré agradecida por el resto de mis días: El Mundo de Sofía.

Jostein Gaarder nos regala una obra maestra tanto literaria como filosófica, que entrelaza la teoría con hechos y las imágenes con honestidad a la perfección para producir un efecto vital en personas de todas las edades con diferentes niveles de habilidad filosófica.

¿Quién eres?, ¿A qué has venido al mundo?

Sophie Amundsen, protagonista de la novela, es una niña noruega de 14 años, que recibe dos cartas y una postal dirigida a otra persona: Hilde Møller Knag y, al más puro estilo Alicia en el País de las Maravillas, siente curiosidad por descubrir quién es realmente Hilde. Aquellas cartas incluyen preguntas que, aunque puedan parecer quiméricas, siempre andarán revoloteando por nuestras cabezas sin una explicación nítida: ¿Quién eres?, ¿A qué has venido al mundo?

La joven descubre que aquello a lo que la gente ha llamado desde siempre “filosofía” se acaba volviendo en un mundo intrigante y cautivador. Pese a que al comienzo la novela se presenta con un aire astuto de inocencia, a medida que las páginas avanzan, el lector crece cognitivamente de la mano de Sofía.

Un libro con un fuerte mensaje

Con excepcional inteligencia, el libro no solo brinda una historia de la joven Sofía, sino que lleva al lector a través de una sucinta pero verdadera historia de la filosofía.

Para cualquiera que haya estudiado filosofía, refrescará con ternura su memoria y reavivará su pasión por cuestionar el mundo que nos rodea. Y para aquellas personas que, por el contrario, hayan pensado que no sirve de mucho, la novela simplemente responderá con la frase: “todos podemos ser filósofos y nunca debes rendirte en la lucha por el verdadero conocimiento”.