La Biblioteca León Tolstoi de Las Rozas es un referente indiscutible en la promoción de la literatura mediante todo tipo de iniciativas. Y lo es, gracias a la labor y el entusiasmo de Alicia Orden, Carmen Serrano y todo el equipo que desarrolla esta actividad fundamental en la vida de un municipio. En esta línea, un año más, este centro dinamizador de la Cultura se unió a la celebración del Día de las Escritoras, que impulsa la Biblioteca Nacional de España. Reivindicar la labor y el legado de las escritoras a lo largo de la Historia ha sido el objetivo de su sexta edición.

Poesías, ensayos, teatro… Pequeños fragmentos de textos de veinte autoras que aún siguen escribiendo y de otras que dejaron de hacerlo al apagarse su existencia, pero no su legado, fueron a viva voz leídos, por otras mujeres de Las Rozas. Y así fue como “la fiesta de la lectura”, en palabras de Marifé Santiago Bolaños, poeta y comisaria del Día de las Escritoras, dio comienzo en ‘el corazón’ de la Biblioteca León Tolstoi el pasado 18 de octubre.

La labor de un bibliotecario

Y haciendo un juego con lo expuesto por Marifé Santiago, en forma de palabras que se hilaban las unas a las otras, “madres, abuelas, tías, maestras, amigas, jóvenes y mujeres maduras”, todas juntas, nos dispusimos a “leer las edades de la vida”, tema escogido para esta edición. Y conocimos, a través de María Moliner, como ha de ser un bibliotecario. Como anillo al dedo, nos instruyó con estas palabras: “el encargado de una biblioteca que comienza a vivir ha de hacer una labor más personal, poniendo su alma en ella. No será esto posible sin entusiasmo, y el entusiasmo no nace sino de la fe (…) probad a hablarles de cultura y veréis cómo sus ojos – la gente del pueblo – se abren y sus cabezas se mueven en un gesto de asentimiento, y cómo invariablemente responden: ¡Eso, eso es lo que nos hace falta:  cultura!” (A los bibliotecarios rurales, prólogo de Instrucciones para el servicio de pequeñas bibliotecas).

Con Josefina Aldecoa nos preguntamos “qué aciertos y desaciertos” han condicionado nuestra vida; “qué circunstancias favorables o adversas han influido en ella”. La escritora y pedagoga española, en su obra En la distancia, decía que “la memoria se reactiva ante cualquiera de estas preguntas, me guía a través de los años, las personas inolvidables, los lugares únicos, los acontecimientos históricos que pueden constituir los núcleos fundamentales de mi existencia”.

Las Rozas y Carmen Conde

A Carmen Conde, considerada una de las voces más significativas de la Generación del 27, nos encantaría poder decirle, que por aquel instituto de Las Rozas que lleva su nombre, siguen pasando alumnos y profesores que dejan su huella en esos pasos que en su A este lado de la eternidad (1970) “pasan y pasan, tantos pasan que no recuerda nadie los pasos que pasaron por donde pasarán, infatigables, otros que no recordarán, que nadie espera”.

Pasada esa edad añorada de la juventud en la que “eres capaz de recorrer el mundo con apenas un cepillo de dientes y una muda”, Rosa Montero nos puso ante el espejo de la edad madura, aquella en la que “tienes que ir añadiendo a la maleta infinidad de cosas”. Para la escritora, Premio Nacional de Periodismo en 1981, “una de las cosas más ridículas que la edad conlleva es la cantidad de trucos, potingues y ortopedias con los que intentamos combatir el deterioro: el cuerpo se nos va llenando de alifafes y la vida, de complicaciones” (La Carne, 1997).

La magia de la infancia

Donde la vida no tiene complicaciones es en la infancia. Bien lo sabía la pedagoga y poetisa chilena Gabriela Mistral. Para ella, un niño “es un encanto parecido al fino viento: si dormido lo amamanto, que me bebe yo no siento. Es más travieso que el río y más suave que la loma: es mejor el hijo mío que este mundo al que se asoma” (Extracto de su poema Encantamiento. Desolación, 1995)

Y esa infancia mágica de los Reyes Magos dio pie a Inma Chacón para reivindicar el papel de la mujer en el mundo del Teatro, cuando sobre los escenarios solo tenían buena reputación los Adanes. De la pluma de la finalista del Premio Planeta 2011 con Tiempo de Arena, conocimos a ‘Baltasara de los Reyes’, una comedianta que nació en el día de la magia infantil y que adoptó este nombre porque “Baltasar el negrito se me antojó más exótico de los tres, el más gracioso, con más duende” que el de “Melchora o Gaspara” porque éstos “se me hacen antipáticos en los oídos, como si la “a” estropease a los rotundos y formales Gaspar y Melchor”. Baltasara de los Reyes empezó a hacer teatro “con mi señor padre en la Compañía de Heredia y, cuando pasó a mejor vida, me casé y formé Compañía propia con mi marido (…) Pero no fue el amor el que me llevó al altar. Lo hice porque sin estar casada no hubiera podido ser actriz, ni autora de compañías, que lo había prohibido el rey para evitar la vida licenciosa de las comediantas: o casada, o viuda, o bajo la tutela del padre, o bajo la tutela de la iglesia (…) Nos ultrajan, nos infaman, nos maldicen, nos pisotean y remozan por el fango nuestros nombres. ¿Y por qué? ¿Qué hemos hecho las cómicas para andar siempre en lenguas mal pensantes y bellacas? Yo se lo diré: andar en más libertades que ninguno de los que se mueve por estos reinos” (Adaptación de La Baltasara, 2018)

Y sobre el escenario, esta vez el de la Biblioteca León Tolstoi, otra voz se alzó para escuchar el reclamo de libertad que la poeta uruguaya Ida Vitale hizo en su poema Fortuna: “No ser casada en un negocio, medida en cabras, sufrir gobierno de parientes o legal lapidación (…) Descubrir por ti misma otro ser no previsto en el puente de la mirada. Ser humano y mujer, ni más ni menos”.

Los libros, esas ventanas maravillosas de la Cultura

Nos dejamos en el tintero las voces y las letras de Santa Teresa de Jesús, Xela Arias, Miren Agur, Emilia Pardo Bazán, Carmen Laforet, Aida Cartagena Portalatín, Paca Aguirre, Lupe Grande y Alfonsa de la Torre. Encuéntrenlas en las bibliotecas de Las Rozas. Léanlas. Porque como dice María Moliner, es cultura lo que necesitamos, “que sin ella no hay posibilidad de liberación efectiva, que sólo ella ha de dotarles de impulso suficiente para incorporarse a la marcha fatal del progreso humano sin riesgo de ser revolcados”.

Alicia, Carmen, y a todos aquellos que hacen su labor en las bibliotecas de Las Rozas, seguid poniendo en nuestras manos esos libros cuya lectura nos absorbe hasta el punto de hacernos olvidar otra distracción. Y como dice María Moliner, dediquemos los ratos no ocupados por las tareas vitales a leer, a asomarnos al mundo material y “al mundo inmenso del espíritu por esas ventanas maravillosas que son los libros”.

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