La intención de este artículo en Meet Las Rozas sobre la depresión no es aleccionar o sentar cátedra. Su objetivo es poder ilustrar humildemente un síntoma que se ceba con un número de personas que va en aumento. También pretende facilitar algunas claves e ideas generales.
Una descripción
La Organización Mundial de la Salud indica que la depresión afecta a unos 300 millones de personas en todo el mundo. En España la cifra se sitúa por encima de los dos millones de personas y subiendo. Según la Sociedad Española de Psiquiatría, estos casos podrían aumentar cerca de un 20% en los próximos meses o años, dada la situación pandémica que nos asola.
Uno de los últimos estudios publicados en relación a la pandemia es Association of Acute Symptoms of COVID-19 and Symptoms of Depression in Adults en Massachusetts General Hospital de Boston. Este informe asegura que más de la mitad de los que han sobrevivido o pasado el virus presentan síntomas moderados o graves de depresión. Además, las personas que se encuentran bajo la línea de la pobreza presentan más posibilidades de experimentar síntomas depresivos respecto al resto de la población. De hecho, las personas cuyo salario no permite cubrir las necesidades básicas del hogar parecen estar consumiendo más tranquilizantes y somníferos que las que sí pueden cubrirlas. Así lo destaca un informe de Salas, Llorens, Navarro y Moncada (2020).
Es decir, hay mucha depresión y, en el contexto de pandemia e incertidumbre actual, irá a más.

Algunos números
En la Atención Primaria, dos de cada tres pacientes con trastornos afectivos (ansiedad o depresión) son tratados esencialmente con fármacos. Sin embargo, está bastante demostrada una mayor eficacia y eficiencia económica a través del tratamiento psicológico. En este caso, se presentan unas recuperaciones más estables en el largo plazo.
Por el momento, y dado que el contexto permanece estable y sin noticias de poder modificarse en el corto plazo, uno de los modelos que imperan es el biomédico. Es decir, el consumo de psicofármacos. En psiquiatría, la tesis que desde hace décadas sostiene el uso de fármacos se conoce como hipótesis monoaminérgica. Viene a decir que la depresión o ansiedad están provocadas por una deficiencia en el nivel de neurotransmisores como la serotonina, noradrenalina y dopamina.
Según la AEM, España es el segundo país europeo con mayor consumo de ansiolíticos, con un aumento superior al 20% desde el inicio de la pandemia. Estos medicamentos aumentarían la neuroplasticidad incrementando el efecto que el entorno tiene sobre el cerebro. La realidad es que sólo un tercio de los pacientes responden satisfactoriamente y que la recuperación también dependerá en parte de la clase social (Social Psychiatry and Psychiatric Epidemiology, 2009).
Un dato a tener en cuenta es el aumento del consumo de este tipo de medicamentos en mujeres debido al tipo de tareas que realizan vinculadas a los cuidados. Lo demuestra la encuesta epidemiológica publicada por la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Barcelona. Acredita que el consumo total de tranquilizantes, sedantes o somníferos es casi el doble en mujeres que en hombres (27,4% – 15,9%); así como el porcentaje de nuevos consumidores (15,4%– 8,8%).

Más allá de este amasijo de datos y publicaciones, parece que el contexto actual facilita la aparición de un cuadro depresivo y más si eres mujer o con pocos recursos económicos. En este caso, lo más común (debido a la ausencia de psicólogos en el sistema de salud público) es la administración de medicamentos antidepresivos (fluoxetina, paroxetina …). Medicamentos que no parecen tener la eficacia anhelada.
Pero, ¿qué es la depresión?
Una de las mejores definiciones que he podido leer acerca del trastorno depresivo fue escrita magistralmente por Stefan Zweig en su novela Escarlata (Scharlach, 1908) y cito aquí:
Mi vida es diferente a lo que te puedas imaginar y tan distinta de mis propias esperanzas. A veces sigo a la gente por la calle y escucho sus conversaciones sólo para saber cómo suenan sus palabras. No conozco a nadie, no sé nada, no hago nada, me hundo en la inutilidad. Hace días que vivo sin experiencias, no encuentro ninguna cara conocida, y no sabes lo que significa estar sólo entre mil personas. No sé por qué, me he vuelto apático, no me atrae ninguna vocación. Es un terrible y opresivo sentimiento de soledad. Respiro atormentado, todo me ahoga, me voy al fondo. Me hundo. No tengo iniciativa ni voluntad. Se despierta en mí la nostalgia, es una huída de la vida. Un fracasado, uno al que la vida no ha querido. Yo mismo me desprecio, me siento inválido, entre lágrimas, inferior e inútil.
En la Psicología científica actual queda ‘regular’ citar los síntomas acordes a un escrito de un novelista austriaco del siglo pasado. Por ello, suelen seguirse los clásicos sistemas de clasificación DSM y CIE: la depresión es un trastorno mental frecuente que se caracteriza por la tristeza; pérdida del interés; sentimientos de culpa o baja autoestima; trastornos del sueño; o sensación de fatiga constante.
Causas de la depresión
Etiológicamente, no podemos delimitar su origen a una sola causa, siendo la parte genética y el ambiente o contexto (psicosociales) sus principales factores de riesgo. A pesar de no poder delimitar su origen a una sola causa, la depresión suele originarse como consecuencia de la incapacidad para resolver de un modo adecuado un problema, apareciendo una situación de pasividad, renuncia o desesperanza. Aunque sea un término empleado habitualmente por todos en el lenguaje coloquial, a nivel clínico se muestra como un síndrome complejo que presenta, entre otras, las siguientes alteraciones:
- De tipo afectivo, como la tristeza o el desánimo.
- En nuestro comportamiento (conducta), con una bajada del nivel de actividad (hacemos menos cosas).
- Cognitivas, a través de una menor concentración o atención.
- Fisiológicas, como el sueño o el apetito.
- Relaciones interpersonales.
Como podemos observar en las alteraciones descritas, es un tipo de trastorno que afecta a la mayoría de las áreas de nuestra vida (ámbito laboral, personal, familiar …). Además, lo usual y común de algunos síntomas iniciales puede retrasar la tarea del diagnóstico

¿Cómo se diagnostica?
Aparece una baja frecuencia de refuerzos, una fijación excesiva en aspectos negativos o presencia de criterios excesivamente rigurosos, atribuciones internas de los propios fracasos y presentación filtrada de la realidad.
En las primeras sesiones, suele llevarse a cabo una evaluación del nivel de actividad conductual, para poder analizar los estímulos o reforzadores posibles, así como un análisis del ambiente (cantidad y calidad de los estímulos positivos que recibe la persona), de las habilidades personales o las estrategias de afrontamiento. Existen cuestionarios clásicos en forma de test como el Inventario Depresión de Beck para la identificación de síntomas.
El objetivo terapéutico es retomar las actividades habituales y revisar la forma en que se solucionan los problemas mediante el aumento de la actividad, la mejora en el estado de ánimo o la modificación de aspectos cognitivos. De este modo, tendremos en cuenta el nivel de actividad como variable de la que dependerá de algún modo lo demás.
Entonces, ¿qué podemos hacer?
- En primer lugar, es recomendable acudir a un profesional cualificado (nada de coaches ni gurús de Linkedin hipermotivados). Mr Wonderful no suele funcionar.
- Como se ha puesto estos días de manifiesto, en muchas ocasiones las citas a través de la Sanidad Pública son desesperantes o no podemos hacer frente a una consulta privada. Para ello, sin ánimo de que sirva como un modelo a seguir ni como una solución milagrosa, podemos poner en práctica algunas herramientas que nos pueden ayudar.
- El objetivo, como se ha comentado, es retomar las actividades habituales y revisar la forma en que se solucionan los problemas mediante el aumento de la actividad, la mejora en el estado de ánimo o la modificación de aspectos cognitivos
- Los principales tratamientos se basan en la Terapia Cognitivo-Conductual (TCC) aunque no son los únicos.
- Promover cambios de conducta que faciliten el acceso a estímulos positivos (hacer cosas que nos gustan o que nos pueden gustar)
- Entrenar las habilidades sociales (herramientas de comunicación)
- Entrenar el procesamiento de la información reduciendo las atribuciones negativas (todo me sale mal, no valgo para nada …) y reduciendo las creencias disfuncionales.
- Además, se facilitan herramientas psicosociales y de educación para el mantenimiento y la prevención de recaídas.
La depresión es un trastorno frecuente cuyo diagnóstico, en el contexto actual, irá en aumento. Sin embargo, existen terapias basadas en la evidencia que nos auguran un pronóstico bastante satisfactorio en la solución de este tipo de situaciones.