En su ensayo Imaginery Homelands, el escritor Salman Rushdie definía el yo moderno como un edificio tembloroso construido a base de retales y dogmas. Nos ha tocado habitar un contexto de concatenación de crisis que adoptan todo tipo de formas, desde financieras hasta pandémicas. La diferencia es que no tenemos nada a qué agarrarnos que nos aporte ciertas certezas de cara al futuro. Esto es lo que el sociólogo polaco Zygmunt Bauman definió como modernidad líquida, a la vista del desvanecimiento de nuestra realidad.
Aunque algunos no lo crean, esto no siempre ha sido así. Durante buena parte del siglo XX el trabajo o la familia permitían mantener un diálogo coherente en el desarrollo de nuestra historia e identidad. Permitían una visión a largo plazo en la que, junto a la pertenencia a diferentes comunidades o grupos sociales, el individuo se podía contar en forma de relato con sentido frente a al sumatorio actual de crónicas alejadas de sus intereses.
A medida que el régimen neoliberal avanzaba a paso firme, también el cine se hacía eco de estructuras de poder y situaba a los americanos como la mano amiga que necesitaremos si queremos salvar al mundo de los villanos (el malo de Jungla de Cristal se llamaba Hans Gruber protagonizado por Alan Rickman en el año 1988 – el muro cayó en 1989 -); o hasta de meteoritos (benditos prospectores americanos que junto a la NASA nos salvan de la extinción).
Bruce Willis, una referencia para muchos
Uno de los mejores ecos de esta propaganda fue encarnada por Bruce Willis a lo largo de su trayectoria. Además, algunos hemos crecido con él vibrando con personajes como el oficial John McClane en La Jungla de Cristal; o Harry Stamper en Armageddon. Todo ello ha hecho que, según la revista Celebrity Net Worth, Bruce Willis cuente con una fortuna estimada en 250 millones de dólares.
Mucha gente, a colación del primer diagnóstico de afasia, se preguntaba cómo pudo seguir rodando. En sus últimas películas (algunas pendientes de estreno) empleó algunos trucos como la reducción de diálogos con frases más sencillas de recordar, pinganillos o lecturas repetidas. Pero, todo esto ha llegado a su fin con el diagnóstico de demencia frontotemporal.
Demencia frontotemporal
La demencia frontotemporal es un tipo de demencia que afecta principalmente a los lóbulos frontal y temporal del cerebro. Estas zonas cerebrales se atrofian y, en función de qué parte sea, podrán aparecer síntomas como cambios drásticos en la personalidad y en la conducta; problemas en el habla y el lenguaje (en muchas ocasiones la afasia se muestra como un síntoma previo al diagnóstico definitivo); trastornos en el movimiento…
Según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), en España padecen demencia en torno a 800.000 personas (más las que están sin diagnosticar). Según CEAFA (Confederación Española de Asociaciones de Familiares de Personas con Alzheimer y otras Demencias), se estima que cada 20 años se duplicará el número de personas con este diagnóstico. El exponencial aumento de la esperanza de vida en los países desarrollados tiene algunas consecuencias. Pero, no queremos repetir los efectos de una demencia que ya pudimos revisar en artículos previos. Se trata de señalar desde Meet Las Rozas que, si le pasa a Bruce Willis, es evidente que le puede pasar a cualquiera.
El fracaso no suele depender tanto del hecho en sí como de las expectativas que pongamos (muchas veces impuestas por el discurso social del momento). El caso es que Bruce Willis ha sido una referencia o un ideal a alcanzar por muchas personas. Wayne Dyer afirmaba en su best-seller Tus zonas erróneas que también a los ricos y famosos les pasa lo que nos pasa a los demás. Vamos a echar tremendamente de menos a Bruce, pero nos deja una lección de vida impagable, la mejor que nos puede dejar: finalmente, es una persona.