Todo pueblo tiene una calle que no solo es su corazón histórico, sino el punto de partida de sus venas y arterias. Desde ella, y a través de ella, fluye el resto, se expande a través del tiempo. La calle Real es y ha sido el centro de Las Rozas. Quienes hayan nacido, habitado o paseado por ella, sepan que lo han hecho sobre una calle centenaria.

El barranco de La Gavia
A principios del siglo XX, parte de la calle Real era un barranco arenoso al que llamaban La Gavia. Por aquel barranco discurría el agua de lluvia procedente de las calles colindantes que, al estar más elevadas, provocaba su caída natural. Cuando llovía en exceso se formaba un arroyo que, con el paso del tiempo, llegó a ser “inmundo” debido al colector general que se situó allí.
Para pasar de un lado a otro de aquel barranco, que partía en dos el barrio de abajo de Las Rozas, se construyeron varios puentes, uno de ellos “de ladrillo con arco romano a la altura del viejo ayuntamiento (…), que tenía media docena de peldaños a un lado y una enorme piedra al otro”, rememoraba hace unos años Eduardo Muñoz en su libro Historia de Las Rozas. Contaba Eduardo cómo los niños jugaban saltando de puente en puente, cómo hacían charcas en sus aguas y soltaban barquitos para ver cómo se los llevaba la corriente. Cuando aquella gavia y sus puentes fueron tapados y destruidos en 1933 por su insalubridad, los niños canturreaban: “poco a poco te han tapado, llevas agua, no tan pura y sin nada de cariño ya no te vemos correr ni hacer charcas a los niños”.

Planificación de un pueblo devastado por la guerra
Todo ello sucedía antes de la Guerra Civil, cuando por una casa de alquiler, de las pocas que había en el corazón del pueblo, se pagaban 12 pesetas. Pero aquella calle, en la que no existían números, aunque todos sabían dónde estaba la barbería o la escuela del maestro Ambrosio, por donde bajaban los encierros acompañados de cabestros guiados por el caballo del vaquero, cambió tras la devastadora guerra. El Ministerio de la Gobernación creó la Dirección General de Regiones Devastadas para reconstruir los pueblos destruidos tras la contienda civil. Era la década de los 40 y el arquitecto Fernando García Rozas fue el encargado de realizar el proyecto para la reconstrucción de Las Rozas. Aquel arquitecto, con aquel apellido que ¡ni pintado!, planificó en torno a la calle principal, la estructura del pueblo.

La Avenida José Antonio
“Mientras en el balcón del nuevo Ayuntamiento ondeaba la bandera de España con el águila imperial, y la negra y roja de Falange, las calles recibían nuevos nombres” (Apuntes para la Historia de Las Rozas). La Calle Real en aquella época de dictadura fue bautizada con el nombre de Avenida José Antonio. Y así perduró hasta bien entrada la década de los 80.
Una Avenida de José Antonio de tierra que se convertía en un lodazal cuando la lluvia hacía acto de presencia en invierno, y en una polvareda cuando el verano subía la temperatura. Aquella calle de tierra fue durante mucho tiempo el lugar idóneo para jugar a las canicas o al ‘can-can’. Fue la primera calle donde se vio aparcado un Seiscientos y una Montesa. Y fue la calle que nos dejó la vieja estampa de autobuses ‘de línea’ parados, permanentemente y sin servicio, hasta que en 1974 un grupo de concejales propusieron al alcalde su retirada. Había que regar la calle en verano debido a la “higiene polvorienta para amortiguar dicha suciedad” (Apuntes para la Historia de Las Rozas)

Llegan los ochenta. Un bulevar ajardinado
Dos años después de aquel Pleno, en 1976, la avenida fue la primera calle de Las Rozas en ser urbanizada de manera parcial. El resto de las calles continuaron siendo de tierra hasta 1983, fecha en que dio comienzo el asfaltado de casi todo el pueblo, más de cien calles en cuatro años.
Es la época en la que se levantan en torno a la calle Real edificios de tres o cuatro plantas, conjuntos residenciales, viviendas unifamiliares que provocaron que la demografía roceña se disparase. Eran los comienzos de los ochenta y los inicios de la construcción del bulevar ajardinado de la calle Real. Un bulevar en medio de dos calzadas, una por cada sentido. Aquella vieja Gavia tapada comenzó a vivir sus años más dinámicos. La calle Real ya tenía números, pero tampoco se necesitaban para saber cuál era el que correspondía a la pescadería de Jesús, a la zapatería Navarro, a la pastelería Castilla o el del local del ‘paste’ en el que te comprabas un montón de chuches por 25 pesetas y luego compartías con tus amigos, sentados en los bancos de piedra del bulevar.

El fin de una época
La Calle Real se convirtió, con el tiempo, en un ocasional recinto ferial, en escenario de la Gymkhana Humorística de la Peña Club Las Rozas 70, en pasarela de cabalgatas, en meta de carreras ciclistas y de atletismo, en camino de procesiones. También en un trasiego de vehículos y viandantes debido al espectacular aumento de la población. Aquel bulevar y sus dos calzadas adyacentes tenían los días contados.
“Estoy convencido que el bulevar central del casco urbano se verá mejorado ostensiblemente” tras las obras de peatonalización de la Calle Real. Así lo aseguraba en 2001 el entonces alcalde de Las Rozas, Bonifacio de Santiago. (Declaraciones en la Revista Municipal). Dos años después, el 30 de marzo de 2003, el tramo peatonalizado de la Calle Real quedó inaugurado. Para el ex edil roceño, aquel nuevo espacio urbano se había creado “para el disfrute de todos los ciudadanos, creando un eje comercial moderno y de calidad, un paseo estéticamente atractivo en el corazón del centro de Las Rozas”. Para dotar a la Calle Real de esta nueva ‘versión’ se invirtieron doce millones de euros sufragados íntegramente con fondos municipales. Un año después se abrió el túnel que discurría bajo las entrañas de la real calle para unir ésta con la Avenida del Polideportivo.
La Calle Real se abrió así a la modernidad. No dejó de ser lo que era, el centro del pueblo. No ha dejado de ser el corazón de Las Rozas. Aún sigue latiendo. Aún continúa, cien años después, siendo parte de la historia de este pueblo.
