En algún momento hemos hecho alusión a la teoría de la identidad social. En resumen, es nuestra pertenencia a un grupo lo que determina en buena parte quiénes somos a nivel individual. Además, sabemos que cada grupo aumenta las diferencias respecto a los demás (aumentan las diferencias intergrupales respecto al endogrupo).
A partir de aquí: ¿Qué está pasando con los ricos? ¿Por qué votan en contra de políticas que ni siquiera les afectan y pueden aliviar a miles de personas si van a seguir siendo tremendamente millonarios? Tiene una explicación.
Privilegiados, contra las políticas de igualdad
La revista Science (Dereck Brown et al.,2022) ha publicado un estudio en el que se muestra cómo las personas que pertenecen a grupos privilegiados perciben que las políticas de igualdad son perjudiciales para sus intereses, aunque les beneficien cuantitativamente.
Se planteó a un grupo formado por 4.000 personas una serie de políticas que nos les afectaban en absoluto, pero que tenían enormes beneficios para grupos desfavorecidos. En cada uno de los escenarios se recalcó que los recursos eran ilimitados, de manera que no afectaría al resto de políticas. El rico seguiría siendo rico y el pobre un poco menos pobre.
Cuando se les pidió que indicaran qué pensaban de dichas políticas, entendieron que eran dañinas para su acceso a los recursos. De hecho, la percepción de desagravio fue incluso mayor cuando les mostraban escenarios en los que ganaban ambas partes. Finalmente, las políticas eran mejor aceptadas cuando repercutían sobre personas con las que compartían rasgos de identidad (eran de los suyos). ¿Nos suena?
Conducción de alta gama
Tenemos ejemplos más reales y alejados de este tipo de pruebas. Un grupo de observadores (Piff et al., 2012) demostró cómo cuanto más alta es la gama de un vehículo, menor es la probabilidad de que el conductor se detuviese para ceder el paso a un peatón, cuatro veces mayor en el caso de los coches de gama baja.
Este patrón de comportamiento también era visible al relacionarse con los demás conductores en la carretera. Únicamente un 7% de los coches de gama baja cortaban el paso a otros al adelantar frente al 30% de los vehículos de gama alta. Además, conducían de manera más peligrosa y egoísta. La pregunta que se plantearon los investigadores es si había algo en el hecho de gozar de un mayor estatus que les inducía a actuar de forma más prepotente.
¿Se daría en otras actividades cotidianas? Nos podemos esperar la respuesta. Aparecía una mayor tendencia a actuar de manera poco ética con aquellas personas de estatus más bajo (hacer trampas en premios, mentir en negociaciones…). Incluso al modificar artificialmente la percepción del estatus, quienes acabaron creyendo que el suyo era más alto comenzaron a exhibir conductas poco éticas. Por ejemplo, cogían el doble de caramelos, aunque estuvieran reservados para unos niños que se encontraban en un laboratorio contiguo. ¿Nos suena?
Materialistas y envidiosos
Otro estudio (Kasser, 2003) amplió al identificar distintos objetos materiales. Las personas materialistas aparecían como mucho más mezquinas y posesivas, además de mostrar menores niveles de generosidad, siendo más propensos a la envidia. Aparecieron como inseguros y aprehensivos mostrando una mayor tendencia a adquirir marcas prestigiosas en un intento de compensar sus sentimientos de inadecuación. Sin embargo, esta terapia adquisitiva se mostró contraproducente en muchos casos: la satisfacción inicial pronto se desvanecía.
Los valores materialistas aparecen vinculados a una serie de problemas relacionales (conductas conflictivas y violentas en pareja), vinculación social menos sincera y menor dedicación a la comunidad y a la cooperación, llegando a cosificar a las personas para alcanzar sus objetivos.
Las personas que concentran su atención en el dinero, la imagen y la popularidad declaran más episodios de depresión, más problemas de salud mental y menor vitalidad que quienes mantienen actitudes menos materialistas. Declaran con mayor frecuencia síntomas físicos (cefalea, dolor de espalda…). Pero debemos diferenciar correlación de causa. La realidad es que ese tipo de sensaciones iban de la mano (son el producto final). El materialismo parecía un intento de gestionar altos niveles de malestar personal. De este modo, quedaba demostrado que cuanto más se recurre a la riqueza o el estatus, menor prioridad se concede a aquello que nos permitiría darle un sentido a nuestra vida.