La muerte es el más común de los acontecimientos humanos. A todos nos interesa -por lo que pueda pasar- y a algunos obsesiona, pero a nadie deja por completo indiferente. Desde hace años, las experiencias cercanas a la muerte han dejado de ser un tema místico para convertirse en una realidad reconocida tanto por investigadores como por cualquier persona que haya vivido un caso cercano.
Sin embargo, como ante cualquier elemento humano, no es ajeno al debate entre la ciencia y aquello que nos trasciende. Si bien la ciencia y la espiritualidad atienen diferentes realidades y aspectos del mundo, si van separadas, la comprensión queda necesariamente incompleta. Parece que el ser humano comienza a estar preparado para conocer la verdad última.
Un último recuerdo
Hasta ahora conocíamos testimonios de quienes aseguraban ver la luz al final del túnel o su vida pasar delante de sus ojos. Las respuestas tentativas de la ciencia hacen referencia al agotamiento del flujo sanguíneo en los ojos o al anormal funcionamiento de la dopamina que provocaría la ilusión de reencontrarnos con nuestros seres queridos en forma de alucinaciones. Ahora sabemos que es posible que el cerebro esté reproduciendo un último recuerdo con los momentos más importantes de la vida segundos después de fallecer.
Un equipo de científicos ha revelado por primera vez la actividad de un cerebro humano en el momento de la muerte. Se trata de un estudio pionero publicado en The Lancet que nos permite acercarnos al conocimiento de uno de los momentos más trascendentales del ser humano.
Estudio pionero
Los investigadores registraron mediante un encefalograma la actividad cerebral durante 15 minutos alrededor del momento de la muerte, principalmente en los segundos previos y siguientes a dejar de recibir sangre el cerebro. En el estudio se detectó un aumento de las ondas gamma, envueltas en procesos del sueño o la recuperación de la memoria. Por su parte, las ondas delta, beta y alpha, decrecían, como era de esperar.
Este descubrimiento en humanos nos permite afirmar que nuestro cerebro puede ejecutar una acción coordinada incluso cuando no hay sangre a través de él y estemos clínicamente muertos. Rosalía de Castro escribía que es feliz el que soñando muere y desgraciado el que muera sin soñar. Aunque nuestros seres queridos hayan cerrado definitivamente los ojos, es posible que sus cerebros estén reviviendo alguno de los mejores momentos de sus vidas.