Divorcios, la importancia de las manifestaciones que efectúan los menores en el seno de un procedimiento de familia está, en la práctica, fuera de toda duda. Según las últimas estadísticas, en algunos territorios los órganos judiciales han adoptado la preferencia manifestada por los menores explorados en más de un 85 por ciento de los casos.
Con estas cifras es inevitable que, en no pocas ocasiones, las sentencias pequen de caer en ciertos automatismos que no redundan en la necesaria protección del interés superior del menor. Parece como si se cargara sobre los hombros de los niños la responsabilidad de decidir qué es lo mejor para su futuro. Y es que, escuchar al menor nunca puede significar que su opinión deba coincidir necesariamente con lo mejor para él o para sus hermanos.

El hijo se ha convertido en juez
Esta circunstancia, que como he indicado viene avalada por las estadísticas confeccionadas por el propio CGPJ, provoca que muchos progenitores se sientan tentados a no acudir a los tribunales a tratar de hacer valer lo que legítimamente consideran lo mejor para sus hijos. Al fin y al cabo, si todo va a depender de lo que dentro de seis u ocho meses digan los niños, a lo mejor no merece la pena. Parece como si la potestad jurisdiccional hubiera dejado de recaer sobre el juez para pasar a estar en manos de los niños. En ocasiones, parecen dar igual el resto de pruebas desplegadas o las circunstancias y elementos que rodean al núcleo familiar. El hijo se ha convertido en juez.
Desde luego resulta cómodo para el juzgador, qué duda cabe, apoyarse en la opinión del niño para justificar su decisión. Pero ser juez nunca fue algo cómodo, ni debe serlo. No olvidemos que si un adolescente de, pongamos, trece años, no está preparado para decidir sobre buena parte de los aspectos que rodean su vida, parece razonable que tampoco deba ser quien decida sobre algo tan relevante como es el futuro de toda su familia.
Además, nunca debe olvidarse que las manifestaciones del menor no siempre son libres ni espontáneas. Pero, aunque esto es algo sabido por todos, en muchas ocasiones parece como si se prefiriera mirar para otro lado.

Resulta indiscutible que si los padres no han conseguido ponerse de acuerdo sobre quién debe tener la custodia de los hijos, debe ser el Juez el que ha de tomar la decisión. Lo deberá hacer de forma calmada y responsable. Teniendo en cuenta todas las pruebas que le han sido presentadas. Y valorando todas las circunstancias concurrentes. Lo afirmado por el menor deberá tener, por tanto, el peso específico que deba dársele en cada supuesto concreto. Ni más ni menos.
Dicho esto, estoy seguro de que la presente columna en Meet Las Rozas gustará a quienes, por unas circunstancias u otras, no pueden disfrutar tanto tiempo con sus hijos como quisieran. Y disgustará a quienes sí tienen a sus hijos bien cerca cada día.