Con el estreno de la serie El juego del calamar estamos ante un acontecimiento cinematográfico de enorme trascendencia tanto por las cifras acumuladas como por la repercusión social (se compran ataúdes como los de la serie o se prohíbe en colegios)

Gracias a la ingeniería fiscal, Netflix pagó en su primer ejercicio fiscal unos 3.000 euros en impuestos, el equivalente a un trabajador con un sueldo de 24.000 euros al año. Paradójicamente, nos proponen una reflexión de la desigualdad en el sistema actual mediante una «serie antisistema», según la plataforma. El director de la serie sitúa el origen de la idea a partir la lectura de cómics japoneses de Battle Royale cuando encontró con la posibilidad de convertir su proyecto en una denuncia frente un sistema ultra competitivo y de competición extrema por la vida como es el capitalista (sic).

Las normas del juego también son sencillas y proyectables en la escena neoliberal actual:

  • El jugador no puede dejar de jugar
  • El jugador que se niegue a jugar será eliminado.
  • El juego acaba si lo quiere la mayoría

Desde esta posición de incertidumbre, dentro o fuera del juego, nos vemos obligados a la búsqueda constante de felicidad, éxito o dinero para poder obtener nuestra libertad. La única opción de escapar o de subsistir es acatar la norma. Ni siquiera podemos retirarnos e incluso competimos entre nosotros.

¿Pensáis que existe escapatoria posible?

El sistema actual tiene un impacto notable sobre nuestro bienestar al reducir la sensación de conexión con los demás, incrementando el sentimiento de soledad (Becker, 2018). El filósofo francés Michel Foucault, por su parte, afirma que las instituciones tienen como finalidad no tanto el excluir, sino, por el contrario, fijar a los individuos de una forma socialmente aceptable. Por el momento, estamos fijados para ser aceptables y más solos.

En este contexto y a través del ejercicio del poder de instituciones y multinacionales, se crean dispositivos que producen y disponen de vidas (ethos de los clásicos griegos). En palabras del filósofo Byung Chul-Han, el neoliberalismo no actúa como un ente prohibitivo de libertad, sino como explotador de ella. Fijados, solos y explotados.

Pero no todo es psicología social ni tecnología de datos. Existe una posibilidad más rudimentaria pero igualmente efectiva y es el mecanismo de la explotación del miedo y la consecuente aparición del ofrecimiento de protección. Afirma el sociólogo Pierre Bordieu que la “precariedad está en todas partes creando miedo e inseguridad”. Fijos, solos, explotados y con miedo.

Por estos motivos, el trabajo y la producción ha llegado a constituir un modo de ser y una identificación frente a los demás, quedando todo lo demás relegado a la exclusión social (paradójicamente, ha quedado ampliamente demostrado que ni los crecimientos económicos, ni los aumentos compulsivos de productividad han sido suficientes para poder asegurar unas condiciones laborales estables y alejadas de la incertidumbre). Fijos, solos, explotados con miedo … y nos identificamos plenamente con ello.

El economista de Harvard y Standford, Raj Chetty logró ilustrar la desigualdad estadounidense a través de un atlas de oportunidades (https://www.opportunityatlas.org/), demostrando que la raza, el sexo o los ingresos familiares son factores determinantes a la hora de calcular las probabilidades de nuestro éxito (principalmente, el económico).

El economista premio Nobel, Joseph Stiglitz, afirmaba que, en la actualidad, cerca del 90% de los chicos que nacen en hogares pobres, mueren más pobres por muy capaces que sean. Y a la inversa. Más del 90% de las personas que nacen en hogares ricos, mueren completamente ricos por muy estúpidos que sean. Por lo tanto, aparece una vez más la meritocracia como un elemento en desuso. Fijos, solos, explotados, con miedo, identificados … y no depende de nosotros.

Escena de la serie El juego del calamar
Escena de la serie El juego del calamar

Los números

Hasta ahora puede sonar todo a palabrería. Vayamos a los números macroeconómicos y sus consecuencias (Vázquez et al., 2018)

  • El 20% más rico acumula el 94% de la riqueza.
  • Las 300 personas más ricas poseen la misma riqueza que las 3.000.000.000 más pobres.
  • EL 80% del crecimiento mundial entre 1980 y 2005 fue a parar a manos del 1% más rico y el 50% más pobre no se benefició en absoluto.
  • El número de personas con más de mil millones de dólares se incrementó un 30% durante la pandemia

Bueno, uno siempre mira con recelo, resignación o indiferencia que un CEO como Jeff Bezos suba al cielo en cohetes espaciales. Hasta aquí, nuestro pan de cada día. Pero llega un momento en el que las consecuencias las notamos en primera persona.

  • El 55% de los estudiantes cuyos progenitores no cuentan con el Bachillerato tampoco alcanzarán dicho nivel educativo (la pobreza se hereda).
  • Los hijos con padres con una educación superior ganan cerca de un 50% más que aquellos cuyos padres no los tienen (la riqueza, también).
  • Los barrios más pobres sufren un exceso de mortalidad para la mayoría de las enfermedades (Martínez Beneito et al., 2021)
  • La oferta de comida basura es un 60% mayor junto a los colegios de barrios desfavorecidos (Estudio de Salud de la CAM, 2018).
  • La obesidad infantil en las familias de renta baja es del 23%, el doble que en las de renta alta (Ministerio de Consumo, 2020)

The Great Resignation

Ante esta situación estructural, aparece un fenómeno conocido como The Great Resignation (la gran despedida). En abril de este mismo año, cerca de 4 millones de estadounidenses decidieron abandonar su puesto de trabajo. En los siguientes meses sumaron más de 11 millones de personas (U.S. Labour Bureau). En Inglaterra, el 40% de los trabajadores está planteándose abandonar su puesto de trabajo por un empeoramiento de las condiciones o por entender directamente la empresa como un lugar tóxico. Mientras tanto, el Senado de Wisconsin acaba de aprobar una ley que permite que los niños de 14y 15 años puedan trabajar hasta las once de la noche ante la escasez de trabajadores.

Ante la tercera norma del juego (el juego acaba si lo quiere le mayoría) puede venirnos a la cabeza la obra de Étienne de la Boetie, Discurso sobre la servidumbre voluntaria (o Bartleby, El escribiente de Herman Melville con su constante frase de “preferiría no hacerlo”) en la que dejaba claro que si alguien era rey era por ser tratado como tal, es decir, a través de nuestra debilidad se fortalecen las figuras de poder.

¿Seguro que somos incapaces de cambiar la exclusión social o las desigualdades?