Permítame, doña Cigüeña María, que hoy haga uno de los deportes más importantes que uno puede llevar a cabo, ejercitar la memoria. Permítame que les hable a mis vecinos de Las Rozas de historias del deporte roceño. Hay estos días una exposición al respecto en el polideportivo de la Dehesa de Navalcarbón cuyo título es ‘Deporte en nuestro ADN. 26 años’ que muestra fotografías de una pequeñísima parte de lo que el deporte ha significado para nuestro municipio. Instantáneas que recogen pinceladas desde 1974 hasta el año 2000, cedidas por Félix López, a quien habría que hacer un monumento, pues atesora imágenes de gran parte del acontecer histórico de Las Rozas. Un legado fotográfico impagable.
En el panel de entrada de la exposición podemos leer que “los principios del deporte forman parte de nuestra personalidad como ciudadanos, una serie de valores que solo el paso de las décadas es capaz de fijar en la identidad de una sociedad”. Bien sabe usted, doña María, que el deporte en Las Rozas es parte de nuestra identidad como municipio. Por algo somos una de las pocas localidades españolas que atesora dos Premios Nacionales de Deporte (1991 y 1999), aunque en la exposición no se haya hecho alusión alguna a tan importante distinción.

Un recorrido recordando lugares y personas
He recorrido con mucha atención las fotografías allí expuestas, recordando lugares y personas. En ese ejercicio de memoria he podido disfrutar contemplando la antigua calle Real de doble sentido donde los niños, durante las fiestas patronales, se subían a sus bicicletas para disputar aquellas carreras ciclistas que tanta expectación levantaban. Al igual ocurría con las pruebas de atletismo, los rallies, los torneos de baloncesto o las carreras de motos y karts que se muestran en la exposición, sin olvidar las Olimpiadas Escolares.
Aún recuerdo la primera vez que los roceños pudimos ver en directo la Vuelta Ciclista a España. De ahí que me fijara en la fotografía que ilustra este acontecimiento tan importante para nuestro pueblo ocurrido en 1988. Si la memoria no me falla, su ubicación no es la calle Real, como asegura el cartel que acompaña a la instantánea en la exposición. Al igual que la fotografía que muestra el Rally Valeo de 1981 no es Európolis (que ni existía entonces), sino la explanada de la antigua ubicación de la Renault, al otro lado de la carretera de la Coruña.



Faltos de memoria
He de decirle, doña Cigüeña María, que he echado en falta multitud de acontecimientos deportivos, no solo en cuanto a lo que ha supuesto su práctica, sino acerca de cómo Las Rozas ha llegado a ser un referente por sus instalaciones. De cuál ha sido la historia de sus infraestructuras, de cómo de la nada se levantaron, a principio de los ochenta, complejos deportivos por todo el municipio. De quiénes fueron sus protagonistas, que como decía en una entrevista concedida al periódico Sierra en 1991 Ignacio Bravo, concejal de Deportes en la década de los ochenta y los noventa, ha sido obra del conjunto de personas que han trabajado de manera profesional a lo largo de los años en el área de deportes.
Sé que el espacio es reducido, que las historias son infinitas y que las fotografías se han de contar por miles. Sin embargo, el deporte en Las Rozas se merece una gran exposición que refleje con mayor amplitud la gran importancia que ha tenido a lo largo de los 26 años que se han querido plasmar, e incluso más allá. Porque recuerde, doña Cigüeña María, que historias hay y deben ser rescatadas de la memoria.



La génesis del Club de Fútbol de Las Rozas
Una de ellas me la acaban de contar y por eso hago partícipe de ella a mis vecinos de Las Rozas. Se trata de los inicios del Club de Fútbol. A finales de la década de los sesenta, existían en el pueblo dos equipos de fútbol. Uno de ellos jugaba en La Marazuela y otro en lo que hoy es Eurogar. Los de La Marazuela se quedaron sin campo porque aquella zona iba a ser urbanizada y los de Eurogar les ofrecieron unirse a ellos, dando origen así un único equipo. Aquello fue la génesis del actual Club de Futbol de Las Rozas cuyo primer presidente fue José Luis Bravo.
Los jóvenes roceños anhelaban otro campo mejor en el que disputar sus partidos y ahí estaba la Dehesa de Navalcarbón esperándoles. El alcalde de aquella época, don Santiago de la Cruz (1966-1970) consiguió el permiso de la Diputación de Madrid para hacer allí un nuevo campo de fútbol. Como las lindes de aquel campo eran muy justas (60×90 m.), amparados en la oscuridad y burlando la vigilancia del guarda, José Luis Bravo e Ignacio Bravo, desplazaban cada noche las estacas que lo limitaban para ganarle algunos metros más. Luego vinieron los vestuarios, construidos mano a mano por ambos junto a otros amigos. “Los hicimos con unos bloques de hormigón recogidos de una valla derruida de la urbanización del Golf. Y para transportar aquellos bloques desde el Golf hasta la Dehesa utilizamos los camiones de Jenaro y Nogal”.
Como ésta, usted sabe, doña Cigüeña María, hay miles de historias del deporte de Las Rozas que están aún por contar y también por ilustrar. De momento tendremos que conformarnos con la pequeña exposición que hasta el 15 de abril estará expuesta en el Polideportivo de Navalcarbón. No se la pierdan.

