Lázaros, Bravos, Garcías, Benitos, Cuadrados… generaciones de roceños descansan desde hace más de un siglo en el camposanto más antiguo de Las Rozas, el cementerio ‘viejo’. Pasear con respeto entre sus tumbas es caminar por la Historia de Las Rozas. Desde que la familia Riaza-Bravo donara estos terrenos para su construcción en los inicios del siglo XX, este camposanto se convirtió en el único lugar de enterramiento de los roceños. Tiempo después no fue posible su ampliación y le pasó el testigo al cementerio de la Dehesa de Navalcarbón. Desde entonces, el cementerio ‘viejo’ solo está en la memoria de aquellos vecinos que aún recuerdan a sus familiares allí enterrados.

El Panteón de la familia Riaza es el único existente en el Cementerio “viejo” de Las Rozas.

Encajonado en medio de la A-6

El cementerio ‘viejo’ sustituyó a uno aún más antiguo situado al lado del actual parque de San Miguel, como nos relata Sánchez Domingo en sus Apuntes para la Historia de Las Rozas. Ubicado junto a «la antigua cañada de Valladolid» paralela a la carretera de La Coruña, cuando se construyó la doble vía a principios de la década de los 60, hubo que sortear el cementerio ‘viejo’, quedando desde entonces «aprisionado» entre ambas calzadas. Fue necesario entonces construir un paso subterráneo por debajo de la carretera para poder acceder al camposanto.

Al cementerio le separan escasos metros de la Autovía Madrid-La Coruña, en ambas direcciones.

Acudir al cementerio ‘viejo’ de Las Rozas es retroceder en el tiempo. La tumba más antigua data de 1906. Pero las hay de 1914, 1917 y de 1920. Bajo nuestros pies, descansan roceños que no vivieron la Guerra Civil y otros que sí padecieron su horror. El cementerio ‘viejo’ se ha llevado a su tumba historias de guerra y de posguerra, de hambre y de sufrimiento. Ha enterrado la vida de quienes, entre la década de los 30 y los 40, vivían y sobrevivían en Las Rozas.

Tumbas de los primeros años del siglo XX.

También hay historias huecas de contenidos. Historias desconocidas cuyas sepulturas no tienen nombre ni fecha. Algunas, ni siquiera lápida. Tan solo flores que recuerdan que ahí debajo hay una historia, aunque ésta jamás podrá ser contada.

Flores, muchas flores sobre casi cuarenta tumbas de niños, ubicadas a un lado del cementerio ‘viejo’, llaman la atención a quien acude a este camposanto. Por su número y por su ubicación. Todas juntas. Cuentan que antaño era común que los niños fueran enterrados aparte. Quizás para que todos pudieran jugar unidos en ese jardín eterno de la muerte.

Antaño los niños eran enterrados en una zona aparte
En la foto podemos apreciar la ubicación conjunta
de las tumbas de niños

Al cuidado del cementerio

En ese jardín floreado en el que se convierte el cementerio ‘viejo’ cuando llega el día de Todos los Santos, trabajan sin cesar en su mantenimiento, operarios del Ayuntamiento. Una mano de pintura aquí, un arreglo de una acera en mal estado allí, una sepultura limpia en todas partes. Todo ha de estar cuidado. Agua, cubos y cal a disposición de los familiares. Atrás queda ese camino largo y angosto que recorrían los vecinos de Las Rozas desde el pueblo hasta el cementerio, cargados con todo lo necesario para que la sepultura de sus familiares estuviera como ‘Dios manda’.

Encajonado en medio de la autovía A-6, el cementerio ‘viejo’ se ha resguardado del paso del tiempo. Metido en un cajón de la Historia de Las Rozas. Entre todos hagamos que su memoria no se pierda.

Entrada del cementerio

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