Hace diez años, dos personas con gran pasión por el mundo de la cocina, Elena Gómez Padró y Matías Pane, se encontraron y comenzaron a gestar un proyecto juntos: abrir su propio restaurante en Las Rozas, Amore Gastrobar. Tuve la suerte de que me abrieran sus puertas recién estrenado el verano y que Matías me dedicara su tiempo para degustar junto a él una carta variada de preguntas.
¿Cómo fueron tus inicios en el mundo de la gastronomía?
Empecé con dieciocho años en la escuela de hostelería de Mar del Plata en Argentina. Cuando empecé no tenía ni idea si me iba a gustar la cocina, pero lo probé un poco y me enamoré. Inicié las prácticas y al poco tiempo estaba trabajando en un hotel en mi ciudad. Todo fue muy rápido y a los dos años uno de mis jefes me trajo a España.
¿Qué es lo que os llevó a abrir este restaurante?
Tener un restaurante con Elena era un objetivo. Nos conocimos trabajando en un hotel de Madrid, pero por aquel entonces no sabíamos que íbamos a terminar juntos, y mucho menos abrir un restaurante, eso no estaba preparado. Ella también estudió cocina en Barcelona y también tenía un objetivo claro como yo: tener su negocio para poder reflejar todo lo que había aprendido. Al final, ese objetivo que teníamos cada uno por separado se convirtió en un camino de los dos.

Cuando cocinas, ¿qué ronda por tu cabeza?
Cuando creamos un menú buscamos reflejar todo lo aprendido. Es como si tuvieses un manual en tu cabeza con todos los olores, sabores, texturas, colores, y buscas reflejarlo en cada plato. Cuando creas ese plato buscas en tu cabeza todos los sectores en los que has ido trabajando a lo largo de los años, todos los países por los que has viajado, con sus diferentes comidas. Al final, la cocina es el reflejo de lo aprendido, siempre buscamos que sea algo sorprendente y único.
¿Qué crees que hace especial el ser cocinero?
Llevamos 20 años dentro de una cocina. Este oficio es muy sacrificado y duro, porque mientras todos están festejando, tú estás trabajando en tu restaurante. La vida social queda en segundo plano. Pero al mismo tiempo, ese sacrificio es bueno y necesario porque lo que hace especial a esta profesión es hacer feliz a la gente, que las personas vuelvan a tu restaurante a por más felicidad. Al final, cuando prestas un servicio de cocina es como una orquesta donde las cosas funcionan y donde, si todo sale bien, resulta muy gratificante.
¿En qué os inspiráis para crear vuestros platos?
La inspiración viene de todo lo aprendido y de los conocimientos básicos que tenemos. Elena y yo nos inspiramos mutuamente porque ella tiene conocimientos y formación que yo no he tenido, y viceversa. Ella tiene unas bases diferentes a las mías y por ello nos complementamos bien. Cuando creamos un plato nuevo, ese plato es de los dos. Yo no hago un plato sin su aprobación y ella tampoco sin la mía.

¿Tienes algún recuerdo de la infancia vinculado a la cocina que sea especial para ti?
Sí, en mi casa se cocinaba mucho. Mi madre es muy buena cocinera, pero recuerdo sobre todo las pastas que cocinaba mi abuela. El recuerdo más vivo quizás, y que más me acuerdo sensorialmente, es el de aquellos domingos que iba a casa de mi abuela cuando preparaba la pasta y olía a masa fresca recién amasada. Y luego pasabas a la cocina y te invadía el olor a salsas de tomate, a esas pastas tendidas sobre la mesa que se habían secado durante la noche. Al fin y al cabo la cocina es esto, entras y te tiene que enamorar de entrada.
En base al nombre del restaurante, ¿Crees que la comida es una manera de transmitir y formar sentimientos?
Claro, de hecho nosotros pusimos ese nombre, Amore, no sólo por nuestra relación sentimental, sino porque le dedicamos mucho amor a esto. Uno de nuestros lemas es que el principal condimento de cada comida es el amor, y es que si las cosas no son así, no tiene sentido. Puedes hacer un plato de cualquier manera, pero nosotros intentamos que se vea reflejado ese amor en cada plato.
Matías me confesó que si tuviese que escoger algunas palabras para describir el amor que sienten en su restaurante por la cocina sería “pasión” y “sacrificio”. Esa misma mañana, un soleado 25 de junio, al finalizar la entrevista pude volver a casa con el buen sabor de boca de quien ha probado un postre único.
