El Tribunal Supremo de los Estados Unidos anuló el viernes 24 de junio la sentencia conocida como Roe contra Wade, que desde 1973 reconocía el aborto como un derecho amparado por la Constitución estadounidense. Este amparo tenía una consecuencia directa: ninguno de los estados que conforman la unión podía legislar en contra de este derecho. Sin embargo, tras la nueva sentencia, que ha contado con cinco votos a favor y cuatro en contra, queda el camino libre para que el aborto pueda ser ilegalizado en los estados que así lo acuerden.

Siete estados ya han legislado al respecto

Si bien todavía es una incógnita, parece que aproximadamente la mitad de los estados implantarán ciertos requisitos para que la interrupción del embarazo sea legal. A día de hoy son siete los estados que ya han legislado al respecto. En algunos casos como Misuri o Texas, ya tenían preparadas las leyes para que entraran en vigor si el nuevo pronunciamiento anulaba la sentencia anterior.

Estos siete estados, todos ellos conservadores, han acordado imponer ciertos requisitos al aborto similares a los existentes en otros países: la necesidad una previa decisión médica que así lo aconseje para preservar la vida de la madre; la necesidad de que la interrupción del embarazo se produzca antes de un determinado periodo de gestación; los embarazos fruto de agresiones sexuales o los casos en los que el feto presente malformaciones. Pero es más, está abierta la posibilidad de que ciertos estados directamente prohíban el aborto en cualquier supuesto. 

¿Qué es la sentencia Roe vs. Wade, y por qué era tan importante? 

El caso de Jane Roe llegó al Tribunal Supremo estadounidense en el año 1971. Tras este alias se encuentra una mujer de carne y hueso: Norma McCorvey. Un año antes había interpuesto un recurso contra un artículo del Código Penal de Texas que castigaba el aborto con multas e incluso penas de prisión. El único supuesto que permitía aquel código era el de riesgo vital para la madre.  

Con la ayuda de la abogada Sarah Weddington, Roe logró una sentencia que dio lugar a la jurisprudencia conocida como Roe contra Wade. Henry Wade fue el Fiscal de distrito del Condado de Dallas que se encargó de defender, sin éxito, la postura del Estado. Finalmente, los jueces consideraron que abortar era un derecho fundamental de las mujeres, amparado en la Constitución americana de 1787. Por tanto, podían tomar la decisión de interrumpir su embarazo hasta que el feto pudiera sobrevivir fuera del útero, algo que sucede en torno a las veinticuatro semanas de gestación.

La jurisprudencia como fuente del derecho

La importancia de esta sentencia, y también de la que se acaba de dictar, radica en que en los países de derecho anglosajón, el poder judicial contribuye al contenido del derecho, al resultar aplicable un principio conocido como stare decisis (“mantener lo que se ha decidido”), o ley del precedente. En virtud de este principio, las sentencias de los magistrados son vinculantes para los tribunales inferiores y para todos los casos futuros en los que se den hechos similares. La jurisprudencia en Estados Unidos es por tanto fuente del derecho, algo que no sucede en países como el nuestro, en donde rige el derecho continental.

El debate ha comenzado

El nuevo fallo del pasado día 24 de junio supone sin duda una inmensa oportunidad. En contra de lo que hemos podido leer en algunos medios durante los últimos días, la nueva sentencia no significa que el aborto esté prohibido en Estados Unidos. Lo que establece es que la legalidad del aborto libre, sus posibles límites o controles, y todo lo que le rodea deberá ser debatido por cada uno de los estados miembros. Un debate del que la sentencia de 1973 privó a los estadounidenses, que de la noche a la mañana vieron cómo los jueces se atribuían la capacidad de decidir sobre algo que, todavía hoy, mantiene dividida a la sociedad. 

El debate del aborto, como el de la pena de muerte, el derecho a portar armas o la eutanasia, merecen ser resueltos por los ciudadanos estadounidenses, a través de sus instituciones o, llegado el caso, el sufragio. 

Controversia inevitable

El presidente Joe Biden criticó duramente el fallo, que calificó como la «materialización de una ideología extrema y un trágico error del Tribunal Supremo». Pero lo que Biden olvida es que en el debate del aborto es fácil considerar extremista a quien no piensa como tú, lo cual no deja de ser una paradoja. ¿Qué es más extremo? ¿Abortar cuando el feto roza los seis meses de gestación o prohibirlo, a pesar del riesgo vital para la madre? ¿Tener derecho a interrumpir el embarazo, aún con la expresa oposición del otro progenitor, o impedírselo a una madre que sabe que va a dar a luz a un bebé con graves malformaciones? La lista de preguntas es enorme. Y posiblemente la de respuestas sean infinitas. 

Estamos ante un tema suficientemente complejo como para que su debate abierto sea positivo para una sociedad que se dice madura. Incluso las posiciones más maximalistas tendrán cabida si son capaces de concitar el consenso necesario. 

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