En el primer artículo hemos mencionado todo un clásico de la psicología que genera un enorme impacto en nuestro bienestar/malestar: las disonancias cognitivas.
La disonancia cognitiva es una falta de armonía entre el sistema interno de valores o creencias que percibe una persona cuando dos pensamientos entran en conflicto. A partir de este desequilibrio, la persona se ve motivada o necesitada a crear nuevas ideas que encajen. De algún modo, no actuamos conforme a nuestros valores o creencias iniciales.
Debemos aclarar un término que se utiliza mucho tanto en psicología como en empresa o formaciones: un esquema es una estructura cognitiva que nos permite integrar y dar sentido a los hechos. Normalmente, estos esquemas son flexibles y se adaptan conforme nos desarrollamos en nuestro ciclo vital desde los básicos que desarrollamos a lo largo de nuestra infancia. Sin embargo, con nuestro avance en la vida, pueden aparecer acontecimientos vitales estresantes que activen esquemas básicos disfuncionales, apareciendo cogniciones negativas que surgen sin razonamiento previo, de forma irracional e involuntaria.
Después de todo, ¿qué son las disonancias cognitivas? Son sencillamente errores en el procesamiento de la información que nos llevan a la activación de esquemas disfuncionales (Beck, 1983). El trastorno podría aparecer como resultado de esa alteración en el procesamiento.
Cada uno podemos entender que disponemos de un sinfín de este tipo de disonancias en nuestro funcionamiento diario. Para intentar aclararlo, vamos a presentar las más importantes según el psicólogo Ken Burns y Aaron Beck:
PENSAMIENTO DICOTÓMICO: todo o nada, blanco o negro. Si los resultados no son perfectos, es un desastre. No hay término medio. Cuando se nos mete algo en la cabeza …
- GENERALIAZCIÓN EXCESIVA: considerar una circunstancia concreta como un modelo que siempre se cumplirá. “Siempre me pasa lo mismo”
- DESCALIFICACIÓN DE LO POSITIVO: incluso sin encontrar razón, no contamos nuestros éxitos. Damos por hecho que así debe ser y no había otra opción. “No tiene importancia”
- FILTRO MENTAL: excesiva atención en un detalle, sacándolo de contexto, ignorando todo lo demás. Nos fijamos exclusivamente en lo negativo. Cuando a los niños les presentamos una tabla de multiplicar del 10 y uno de los resultados lo ponemos mal a propósito, todos señalarán el fallo. Cuando somos mayores hacemos algo parecido. ¿Recordamos aquel fallo de Arconada?
- CONCLUSIONES APRESURADAS:
- Lectura del pensamiento: decidir arbitrariamente lo que alguien piensa sobre nosotros. “No le caigo bien”, “me tiene envidia” …
- Adivinadores de futuro: prever que saldrá mal. “Seguro que no sale bien el proyecto, verás como falla algo”
- CATASTROFIZACIÓN: exagerar la importancia de las cosas. Al final, con el paso del tiempo, nos damos cuenta que no era para tanto. Como dice el poeta Alejandro Palomas: nunca pasa todo.
- OBLIGACIONES: debería frente a me gustaría. Vivimos en un constante “debería” con lo cual nunca estamos lo suficientemente satisfechos con nuestro rendimiento. Hemos de reconocer (y lo hablaremos en otro artículo) que el contexto puede no acompañar.
- ETIQUETACIÓN: “Soy un…”. No nos movemos de esa etiqueta. Incluso cuando alguien tiene un trastorno depresivo dice de sí mismo estar deprimido. Como reflexión, cuando nos rompemos un tobillo no decimos “estoy roto”; sencillamente es una parte de nosotros.
- PERSONALIZACIÓN: creer que algo ha salido mal por culpa nuestra. Asumimos que somos el centro del universo y cualquier acontecimiento gira en torno a algo que hacemos o hemos podido hacer. Lo normal es que no sea así.
Como se puede apreciar de un simple vistazo, todos en algún momento determinado, hemos padecido de este tipo de disonancias. En la flexibilidad radica nuestra adaptación al contexto y viceversa.
En terapia una manera bastante común de aplicar este tipo de teoría es poner en duda estos pensamientos mediante el planteamiento socrático: sugerir hipótesis y comprobar si se cumplen como creemos de inicio, obteniendo la persona una visión más realista del mundo.
Para poner en práctica este tipo de análisis, podemos proponer un ejercicio muy simple con enormes beneficios asociados: el modelo de autorregistro.
Como su nombre indica, consiste en anotar de manera simple una serie de situaciones y pensamientos asociados para valorar la consistencia de estos.
- Situación: qué es lo que está pasando en un momento determinado
- Pensamientos automáticos: lo primero que nos viene a la mente en ese momento
- Emociones: lo que sentimos en ese momento (incluidas reacciones fisiológicas o de conducta)
- Cuestionamiento: ¿es completamente real nuestra hipótesis inicial?
A partir de este pequeño análisis, podemos ponernos manos a la obra a buscar soluciones alternativas más adaptativas.
¡¡¡Esperamos veros pronto de nuevo por Meet Las Rozas!!!