A la hora de iniciar una terapia, debemos tener en cuenta una serie de factores que os contamos en Meet Las Rozas. En primer lugar, no existen normas fijadas de antemano. Es decir, depende de cada uno de nosotros. Sin embargo, suele existir una razón común que es no encontrarse a gusto con uno mismo. El malestar nos invade un día detrás de otro y no tenemos identificado un motivo concreto. O, por el contrario, tenemos un problema concreto que nos desborda e impide llevar la vida deseada o alcanzar nuestros objetivos.

Estos meses hemos podido confirmar que las personas no lidiamos excesivamente bien con la incertidumbre. Evolutivamente, hemos automatizado una serie de comportamientos y conductas que nos permiten desenvolvernos sin demasiado problema en nuestro día a día.

Por otro lado, aunque en relación con el avance de la ciencia y la no tolerancia de la incertidumbre, tenemos una pulsión a clasificar todo y la Psicología no es una excepción. A través de manuales como DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) y CIE (Clasificación Internacional de Enfermedades), se proponen una serie de clasificaciones y diagnósticos de los posibles trastornos mentales. Entre otros, su objetivo es proponer un lenguaje común, además de una serie de herramientas para diagnosticar el trastorno y su tratamiento correspondiente.

Factores a tener en cuenta

Existen, sin embargo, una serie de problemas en este sentido a los que los manuales clasificatorios no hacen referencia:

  • Cumplir los requisitos para un diagnóstico es relativamente sencillo en casos de ansiedad o depresión con lo cual existe un sobrediagnóstico generalizado.
  • Apenas tienen en cuenta elementos contextuales (que suelen ser los generadores y mantenedores de conductas desadaptativas o que nos generan malestar). Si, por ejemplo, somos víctimas de bullying laboral o de una crisis económica o sanitaria, es sencillo que cumplamos con criterios como el nerviosismo o trastornos del sueño.
  • El colapso de la Sanidad Pública consigue, entre otras cosas, que el tiempo que nos puede dedicar nuestro médico de familia sean unos pocos minutos. Es decir, un tiempo completamente insuficiente para poder escuchar a un paciente con elementos de desesperanza, tristeza o angustias recurrentes. La solución inmediata suele ser dispensar psicofármacos por lo que tenemos población perfectamente sana medicalizada.
  • Estigma social, como si acudir a terapia estuviera reservado para personas débiles o con trastornos importantes.
  • Imperativo de la Felicidad y Positivismo. El sistema liberal permite difundir el mensaje falso de la meritocracia y la potencial elección de sentimientos en forma de si quieres puedes o sé feliz con estas herramientas.

Pistas y señales

Teniendo en cuenta estos factores contextuales y ambientales, estamos en una posición más cercana desde la que poder revisar algunas situaciones que nos pueden hacer pensar en visitar a un profesional (una vez descartado un origen médico de los síntomas).

  • No somos capaces de tomar las riendas de nuestra vida o nos sentimos sin rumbo para alcanzar nuestros objetivos vitales (o ni siquiera tenemos estos objetivos).
  • Existe un malestar que se intensifica en diferentes áreas de nuestra vida (problemas con el sueño, relaciones dañadas, inseguridad permanente…) del que no podemos desconectar y nos transforma en personas irritables o desesperanzadas sin control alguno sobre nuestras emociones.
  • Aparecen síntomas generadores de un malestar importante durante un tiempo determinado (ataques de ansiedad, fobias, evitaciones…).
  • No podemos desconectar de nuestros problemas o los ampliamos y catastrofizamos.
  • Vivencia de un trauma importante (duelos, catástrofes…).
  • Demanda de un mayor conocimiento personal o herramientas para gestionar conflictos, emociones o diversas situaciones de cada persona.

Sin embargo, a pesar de existir un nutrido número de situaciones ante las que podemos plantearnos la ayuda profesional, en mi opinión, bastará con que una persona quiera asistir por cualquier motivo que entienda puede ser compartido y solucionado con un profesional de la salud mental.

Una vez tomada la decisión, conviene saber a qué tipo de profesional podemos y debemos acudir y qué esperar de él. Lo revisaremos en el siguiente artículo.