Permítame doña Cigüeña María que les cuente a mis vecinos de Las Rozas, como decía nuestro gran y conocido vecino Eduardo Muñoz, costumbres que tenía mi pueblo que poco a poco se han ido olvidando y que deseo, como él, que sean recordadas.

Llegada la víspera de Reyes se celebraba en nuestro pueblo una de las fiestas tradicionales que más ha perdurado en nuestras calles. No se trata de la Cabalgata de Reyes Magos, sino de la hoguera que ‘los quintos’ encendían en la plaza del Ayuntamiento. Una tradición que se remonta hasta finales del siglo XVIII, ¡una lumbre que no se apagó durante casi doscientos cincuenta años!

Los “quintos” posando delante de la leña apilada. Fuente: Libro Historia de Las Rozas

Ordenanzas militares de Carlos III

Toda historia tiene un comienzo y el de las hogueras de ‘los quintos’ en Las Rozas, como en toda España, se remonta a 1768 bajo el reinado de Carlos III. Este monarca reformista, el mejor ejemplo del Despotismo Ilustrado en nuestro país, transformó, entre otras cosas, el ejército, a imagen y semejanza de lo que acontecía en la Europa del dieciocho y en concreto, del sistema militar prusiano. Sus Ordenanzas Militares han tenido vigencia en el ejército español hasta tiempos no muy lejanos. Una de ellas fue “la implantación de un sistema de reclutamiento regular basado en quintas para el reemplazo del ejército (…) cada año nutrir los ejércitos de ciudadanos que quedaran obligados a defender su nación” (Andújar Castillo. El reformismo militar de Carlos III: mito y realidad).

Aquella ordenanza obligaba a uno de cada cinco mozos mayores de edad (un quinto) de Las Rozas, y de todos los pueblos de España, a dedicarse a la vida militar durante ocho años. El sorteo se realizaba a primeros de enero y a quien le tocaba tenía que abandonar su pueblo, su familia, sus amigos y hasta la novia si la tenía.

Leña apilada para la lumbre, en la plaza del Ayuntamiento. Foto de Pablo Gómez Bravo.

Ser quintos era creerse ya hombres

La nueva forma de reclutamiento fue motivo de fiesta durante décadas en Las Rozas. El tradicional festejo consistía por parte de los quintos de aquel año, en recoger en la mañana del 5 de enero leña del campo para apilarla después en la plaza del Ayuntamiento y quemarla a las doce de la noche. También hacían incursiones clandestinas en el monte de El Pardo para hacer acopio de conejos y todo tipo de caza que dejaban en las tabernas del pueblo para que se la prepararan para la cena.

Cortaban leña ese día que por la noche quemaban, con buena bota y buen vino, el acto se celebraba. Cuánto y qué bien se comía, que por esa tradición, conejos que se cazaban, los guardas no lo veían, si lo veían, por atención, lo callaban” (Eduardo Muñoz).

Tras la copiosa cena de los quintos en las tabernas roceñas, aquella jornada del 5 de enero acababa en torno a esa gran lumbre. Cuando solo quedaban las brasas, los más osados apostaban ser capaces de saltarlas. Todo el pueblo ‘festejaba’ aquel acontecimiento cantando y bailando alrededor del fuego. Bueno, todo el pueblo no, porque como usted doña Cigüeña María pudo comprobar, ni madres ni novias estaban plenamente convencidas de aquel reclutamiento forzoso que las privaba de sus hijos o novios. A las mozas solo les quedaba ‘la suerte’ de ver desfilar ante su ventana a la ronda que los quintos organizaban para cantar a sus novias a altas horas de la madrugada. Si entre aquellos jóvenes había algún forastero, “que tuviera novia en Las Rozas”, tenía la obligación “de pagar la ronda si no quería verse sumergido en el agua del pilón del Caño” (Sánchez Domingo, Apuntes para la Historia de Las Rozas).

Los futuros aspirantes de quintas posteriores “tomaban nota para en los años siguientes superar a éstos si podían, ya que ser Quintos, rondar y ser jaleados, era el creerse ya hombres” (Eduardo Muñoz. Historia de Las Rozas).

Hoy en día la mili es pasado y con ella, los quintos. Sin embargo, aquella tradición perduró largo tiempo. Entre todos hagamos que su memoria continue encendida.  

Lumbre de quintos del año 2020. Foto Peña Club 70

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