Las Rozas es un municipio solidario. Basta recordar el enorme impacto que ha tenido la campaña contra el cáncer infantil o la solidaridad demostrada ante la barbarie de la guerra. Debería ser lo normal dada la condición social humana y, sin embargo, no siempre es así.

El fotógrafo René Robert tenía 84 años cuando caminaba por las calles de París. Por motivos desconocidos, mientras daba su paseo habitual, cayó al suelo. Y ahí se quedó. Tuvieron que pasar más de nueve horas hasta que alguien dio la voz de alarma y fuese trasladado a un hospital. Falleció por hipotermia, es decir, congelado.

Ante estas situaciones, nuestra primera reacción suele ser echarnos las manos a la cabeza y criticar al conjunto de la sociedad. Lo interesante es plantearnos de manera honesta qué hubiéramos hecho cada uno de nosotros, aunque todos tengamos un diálogo interno que nos asegura a nosotros mismos que habríamos actuado de una forma determinada.

Por qué ayudamos

La conducta de ayuda es cualquier acción que beneficie o mejore el bienestar de otra persona. En el caso del altruismo, lo hacemos sin pensar en nuestros propios intereses. Desde esta posición, podemos revisar los motivos por los que ayudamos y los factores que hacen que demos o no el paso: aprendizajes, valores interiorizados, influencia cultural (individualismo occidental) y rol social (no es lo mismo que yo no ayude en medio de un incendio a que no lo haga un bombero).

Una característica general es que lo más probable es que ayudemos a quien entendemos que más se asemeja a nosotros, que pertenezca a nuestro grupo. Por eso no hay tantas campañas para los refugiados yemeníes y sí para los ucranianos.

Por qué no ayudamos

El fotógrafo pertenecía a nuestro grupo. Entonces, ¿por qué no ayudamos? Los factores por los que no llevamos a cabo una conducta de ayuda son numerosos, pero podemos tratar de esquematizar:

  • Atribución de culpabilidad: si valoramos que la persona es culpable de lo que le ha sucedido es más probable que no ayudemos.
  • Efecto espectador (difusión de la responsabilidad): cuanta más gente sea testigo, menor es la probabilidad de que alguien dé el paso. Entre otras cosas, pensamos que alguien lo puede hacer mejor que nosotros. Aunque este factor tiene una pequeña trampa de la que no somos conscientes: incluso cuando pensamos que nuestra ayuda no puede influir demasiado y nos retiramos, nos equivocamos, sí que lo hace. Cualquier ayuda, por pequeña que sea, es muy bien valorada. De algún modo, los ayudantes anticiparon menos aprecio por la ayuda parcial que los que buscaban ayuda sintieron al recibirla (Wang & Xie, 2020).
  • Balance coste-recompensa: si valoramos costes excesivos es menos probable que ayudemos.

Finalmente, debemos tener en cuenta que el ser humano es una especie eminentemente social, que nos necesitamos los unos a los otros desde un punto de vista evolutivo y desde una visión del bienestar emocional. Por ejemplo, el simple hecho de ayudar como voluntario ha demostrado tener una relación directa con el bienestar, sintiéndonos mejor con nosotros mismos y con los destinatarios (Lawton et al., 2021).

No lo dudéis. Ayudad.

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