En la Avenida de Esparta de Las Rozas seguro que viven más de trescientos espartanos roceños y puede que algún Leónidas habite entre sus vecinos. Aquel mítico rey espartano, al frente de más de tres centenares de hoplitas griegos, combatió cuerpo a cuerpo contra las huestes del rey persa Jerjes en aquel desfiladero de las Termópilas, hace dos mil quinientos años. Hagan memoria y recuerden la película Los 300 del director Zack Snyder, ambientada en las Guerras Médicas (s.V a.C.)

A un kilómetro de distancia -más o menos en línea recta- se encuentra la Avenida de Atenas. Si recorremos el paseo de Corinto hacia el Parque de Grecia, Atenas nos vislumbra con su empinada cuesta. Pero la percepción es errónea porque enseguida entrevemos que se trata de la gran avenida de Monte Rozas, como grande fue la ciudad-estado de cuyo nombre hace gala.

Los roceños que vivan en estas dos avenidas puede que tengan amigos en una u otra calle, puede que sus ideologías políticas sean afines, puede incluso que disputen deportes y queden en tablas. Sepan que hace más de 2500 años los vecinos de ambas polis no eran tan amigables.

Educación pública frente a educación privada

Atenas y Esparta, dos de las ciudades-estado más poderosas de la Grecia Clásica. Dos formas de ser y de entender el mundo heleno. A un lado, la Atenas filosófica, la democrática, la del poderío naval. Al otro lado, la Esparta atlética, oligárquica y de infantería invencible.

Si es usted vecino de la Avenida de Esparta de Las Rozas sabrá que en aquella calle hay un colegio privado. Si, por el contrario, vive en la Avenida de Atenas, habrá pasado por delante de un instituto y de un colegio públicos. Curioso, pues si viviésemos en la Atenas de Aristóteles, la educación sería mayormente privada, dirigida a formar a ciudadanos instruidos. Mientras que en la Esparta militarizada la educación estaba a cargo del Estado y su objetivo era formar soldados invencibles. La paideia frente a la agogé.

Si sus hijos vivieran en aquella Esparta de la agogé, no serían suyos, serían del Estado – la ministra de Educación Isabel Celaá debió copiarles – pues a los siete años los niños pasaban a depender del Estado espartano que los educaba para la guerra. Aquellos pequeños debían soportar una disciplina durísima: intensa educación física, pruebas de hambre, frío, dolor…y si desobedecían, arrodillados y con los brazos en cruz, como poco. Lecciones de supervivencia para conseguir ser invencibles en el campo de batalla. ¿Y las niñas? Igual. No iban a la guerra, pero debían engendrar soldados fuertes y para ello recibían intensos entrenamientos con el fin de alcanzar excelente fuerza física.

Sepa usted, vecino de Esparta, que puede que tenga mucho que ver con aquella sociedad guerrera. Si es de los que valora la valentía, la astucia, la austeridad, la obediencia y el compañerismo, usted es un espartano de pura cepa.

Democracia plena

Mientras, quienes vivan en una comunidad de propietarios en la Avenida de Atenas de Las Rozas, cuando vuelvan a una de esas reuniones – ¿conflictivas, improductivas, discordantes? – háganlo con ese espíritu democrático de la Atenas de mediados del s.V. a.C. No se comporte, como decía Pericles, el gran instaurador de la Democracia, como un ‘idiotikos’, un idiota en castellano, uno de esos vecinos que no participa en el gobierno de su comunidad, pues prefiere ocuparse solo de sus cosas privadas.

Acuda al Ágora donde esté ubicada la asamblea, participe de manera activa, a mano alzada y acepte el voto mayoritario de lo que se proponga en la reunión. Elija por sorteo a quienes han de dirigir la comunidad durante un año, nada más, – ¡qué alivio pensarán algunos!- Si es elegido presidente tendrá un salario pero no vivirá de ello, pues la esencia de la democracia ateniense está en ‘gobernar hoy y ser gobernado mañana’. Si está pensando en ser un profesional de la política comunitaria de su urbanización, ya lo puede olvidar, pues en Atenas era impensable, y si se le ocurre, puede ser acusado de ostracismo, y corre el riesgo de ser desterrado durante diez años fuera de su barrio.

Acabemos esta metafórica e histórica manera de visualizar aquel mundo griego acabando donde lo empezamos. Atenas y Esparta enfrentadas años después de hacerlo unidas contra el potente Imperio Persa. Levantadas en armas en la más importante guerra que jamás emprendieron los griegos, según palabras de un testigo excepcional, el historiador Tucídedes: la Guerra del Peloponeso (431-404 a.C.)

Aquel conflicto armado lo ganó Esparta, derribando todo un símbolo de la fortaleza ateniense, las murallas que unían Atenas con su puerto, El Pireo, uno de los más importantes y estratégicos de la antigüedad. Atenas claudicó y la tiranía se hizo dueña de la democracia.

Desde entonces el testigo de la hegemonía sobre Grecia pasó de manos atenienses a espartanas, pero fue una hegemonía efímera y sobre todo envenenada, pues aquellas ciudades-estado florecientes, autónomas y libres sucumbieron a su propio éxito y se vieron envueltas en una profunda crisis política, económica y social, superada casi setenta años después por el gran Alejandro Magno.

Meet Las Rozas