Según la última encuesta del CIS, cerca del 16% de la población ha sufrido ataques de pánico desde el inicio de la pandemia. Desde este punto de vista, puede resultar alentador pensar que cerca del 85% no lo ha sufrido. Sin embargo, cuantitativamente, podemos confirmar que equivale más de 7,5 millones de personas teniendo ataques de pánico.
De algún modo y dado que estamos en un contexto pandémico, pudiera resultar una ventaja adaptativa. Sin embargo, con las normas establecidas y los autocuidados, parece que sufrir ataques de pánico pueda llegar a ser un tipo de trastorno psíquico. A pesar de ser considerado un problema psicológico grave, es un tipo de trastorno bastante frecuente.
Este trastorno consta de ataques de pánico recurrentes e inesperados con una enorme sensación de miedo y pánico. Incluye síntomas somáticos (cardiovascular, respiratorio …) y cognitivos (temor y sensación de perder el control). Tiene un inicio súbito y alcanza su máxima intensidad en un período de tiempo bastante corto (en los primeros 10 minutos).
Sin embargo, el ataque de pánico no es una enfermedad mental y se producen en el contexto de otros trastornos como pueda ser la ansiedad o las fobias. De hecho, la principal complicación es la posible deriva hacia este otro tipo de trastornos. Más allá de los posibles orígenes, nos interesa cómo poder combatir estos ataques. Como siempre ponemos sobre la mesa, lo mejor es acudir a un profesional para comenzar un tratamiento que nos ayude de forma eficaz y demostrable.

Síntomas del ataque de pánico
Como sucede en muchas ocasiones cuando hablamos de psicología, es un término que empleamos en nuestro lenguaje coloquial. En cualquier caso, conviene recordar los principales síntomas según el criterio del manual de diagnóstico DSM – V (APA, 2013) para tener el mejor criterio clínico posible. Algunos de estos síntomas, son:
- Taquicardia y palpitaciones (incluye sensación de “salto”)
- Sudoración
- Temblores o bloqueos
- Sensación de ahogo o mareo
- Miedo a volverse loco y a morir
Como podemos ver, es un estado que genera un enorme malestar e interfiere en todas las facetas vitales de la persona. Aunque no nos lo pueda parecer de inicio, el problema del ataque de pánico no es el ataque en sí mismo (genera un enorme malestar, pero no ponen en riesgo nuestras vidas). Si se quedase en este punto, pudiera parecer algo abordable o carente de futuras complicaciones. Espero unos minutos y ya pasará.
Sin embargo, la realidad es bien distinta. La preocupación creciente por las consecuencias y el miedo que supone enfrentarse al propio ataque de pánico provocan un comportamiento de evitación que, finalmente, resultará ser el problema a resolver. El miedo al miedo.
Si bien hemos comentado en Meet Las Rozas que la ocurrencia de estas crisis es inesperada, las repeticiones pueden quedar asociadas (condicionadas) a ciertas situaciones pudiendo desarrollarse alteraciones como la agorafobia o la fobia social. La ansiedad anticipatoria resulta el elemento más perturbador dada la evitación que genera. El problema, de nuevo, es el miedo al miedo.

Cómo abordar los ataques de pánico
Durante mucho tiempo se ha considerado que las crisis de angustia aparecen por un mecanismo de condicionamiento clásico (se condiciona y mantiene el miedo). Sea cual sea el origen, a la hora de abordarlo terapéuticamente suelen aparecer los siguientes escenarios:
- Psicoeducación e información específica para reestructurar ideas erróneas. Explicar al paciente qué es, cómo funciona y cómo se mantiene. Además, modificar pensamientos automáticos e intrusivos.
- Entrenamiento en respiración y relajación.
- Exposición interoceptiva para conseguir la habituación al estímulo fóbico sin llevar a cabo ninguna conducta de seguridad (acompañamientos, amuletos, medicaciones …). De esta forma, generamos síntomas de manera artificial en un entorno controlado (por ejemplo: hiperventilación, palpitaciones, dar vueltas en una silla…).
- A continuación, se realiza este tipo de ejercicios en ambientes más naturales, es decir, en su ambiente cotidiano.
- Exposición en vivo sistemática y repetida de forma gradual.
- De forma natural podemos complementar con actividades que puedan tener beneficios terapéuticos como la escritura, aromaterapia, el ejercicio físico o la meditación.
A pesar de notarse beneficios a lo largo de las sesiones de terapia, en muchas ocasiones el paciente se pregunta qué hacer en el mismo momento del ataque de pánico. Podemos exponer algunas ideas y herramientas:
- Respiración profunda (recude hiperventilación).
- Reconocer que es un ataque de pánico (en vez de un ataque cardíaco).
- Cerrar los ojos para bloquear estímulos (siempre y cuando las condiciones lo permitan).
- Conciencia plena (pies en el suelo, tejidos de ropa …) y enfocarnos en un objetivo concreto (por ejemplo, definir algo que tengamos cerca con todo detalle).
- Hay personas a quienes les ayuda poder respirar algo con lavanda.
- Mantra y repetir en bucle mental (por ejemplo: no me va a pasar nada, sé controlarlo).
- Si algo bueno tiene un ataque de pánico, es que siempre termina.
Para terminar, en ocasiones en vez de ser a quien le sucede, podemos ser testigos de que le está sucediendo a alguien. Además de promocionar las ideas anteriores, conviene no simplificar su síntoma a un “relájate” (de hecho, a pesar de bienintencionado, obtenemos el efecto inverso). Será suficiente estar a su lado, “puedes superarlo” o “dime qué necesitas”.
