La Real Academia Española define frustrar como privar a alguien de lo que esperaba. Efectivamente, la frustración aparece cuando no conseguimos aquello que deseamos y nos consideramos responsables por ello, apareciendo emociones como la rabia, la culpa o la ira. A pesar de ser reacciones por todos conocidas y completamente normales, es conveniente que sepamos cómo funciona nuestra mente en ese sentido o cómo detectar cuando estas situaciones aparecen “por encima de lo normal”.
El modo en que construimos el mundo y la manera en la que lo percibimos determina nuestras emociones. Para bien o para mal, funcionamos con una visión distorsionada de la realidad. Tenemos constantemente presente ante nosotros la imagen de lo que deberían ser las cosas, incluidos nosotros mismos, y de cómo debemos actuar para ser o no aprobados por los demás. El problema deviene cuando trae un malestar consigo.
El diseñador jefe del Sputnik, Sergei Korolev, tenía preferencia por un joven Yuri Gagarin y no únicamente por los brillantes resultados de las pruebas a los que sometían a los futuros astronautas. Él fue el único que reconoció que estaba completamente mareado después de la prueba de la centrifugadora, mientras el resto de sus compañeros aseguraban haber disfrutado de la prueba. Korolev interpretó que sería la única persona capaz de entregar un informe sincero.

Terapia cognitiva de Beck
Según la terapia cognitiva de Beck, la mayoría de los trastornos son el resultado de una alteración en el procesamiento de la información. En nuestra infancia desarrollamos una serie de esquemas básicos. Son estructuras que nos permiten integrar y dar sentido a los hechos a través de nuestras primeras interacciones. Como resultado de la inflexibilidad de estos esquemas, que aun así, damos por válidos, aparecen las distorsiones cognitivas que son errores sistemáticos.
Así que, aquí va una primera opción para modificar nuestro comportamiento y pensamiento ante la frustración: fomentar la flexibilidad, es decir, evitar pensamientos dicotómicos de blanco/negro. De algún modo, se trata de restaurar el sentido de realismo. «Para aprender a tolerar la frustración, el primer paso es entrenar la paciencia y se entrena de una sola forma: esperando. El tiempo en que detectamos una afirmación contraria a nuestros valores es de menos de 500 milisegundos» (Van Berkum et al., 2009).
Las malditas comparaciones
En un estudio sobre qué es lo más importante en la vida publicado en la Universidad de Yale (Science of Well-Being) se obtuvieron respuestas que pueden guiarnos para entender la frustración. El estudio se llevó a cabo entre 1967 y 2005, facilitando dos posibles respuestas: “estar muy bien situados económicamente” o “desarrollar una filosofía de vida significativa”.
¿Qué es lo más importante en la vida?
1967 2005
Estar muy bien económicamente 42% 71%
Desarrollar filosofía de vida significativa 86% 52%
Como podemos observar, la tendencia se ha invertido en poco menos de 40 años, no ha pasado siquiera una generación. Lo que inicialmente se entendía como lo más importante en la vida, desarrollar una vida significativa, ha sido desplazado por una buena posición económica. En época de crisis, pandemias y con una meritocracia en tiempos bajos, la posición económica depende más de la suerte de la familia en la que nacemos que de los demás aspectos (Brunner y Elacqua, 2003).
No es menos cierto que las comparaciones sociales surgen de una forma natural, automática y sin que seamos plenamente conscientes. Incluso los monos capuchinos las llevan a cabo. Sin embargo, no quita que tengan un tremendo impacto en nuestro bienestar. Este hábito comienza en la infancia (Brosnan, 2003) y suelen hacernos más veces sentir mal que bien (Baumeister et al, 2009). El sistema actual nos lleva a extremos en los que consideramos más importante el estatus sociométrico (el respeto y admiración que recibimos de los demás) que nuestra propia percepción (Anderson et al., 2009)
Por ejemplo, si tus compañeros de trabajo tienen un salario sustancialmente superior al tuyo en posiciones similares, estaremos menos felices con nuestros empleos (Clarck y Oswald, 1996). Pero a la inversa, también nos pasa: si estamos en paro, pero a nuestro alrededor la situación no es mucho mejor, nos conformamos y el bienestar no se modifica demasiado (Clark, 2003).

Adolescencia
Todas estas situaciones son extrapolables a los adolescentes pues se ven frecuentemente sometidos a situaciones en las que poner a prueba su frustración, siendo esto una importante fuente de preocupación para muchos padres.
Cada vez vemos más niños y jóvenes excesivamente sobreprotegidos acostumbrados a conseguir lo que quieren al momento o completamente indiferentes ante un futuro nada halagüeño. Al igual que ocurre con las técnicas de exposición ante nuestros miedos irracionales, para conocer cómo tolerar la frustración necesitamos la oportunidad de enfrentarnos a ella. Es decir, es importante no evitar situaciones potencialmente frustrantes, aunque generen un malestar inicial. Una de las claves es entender que tenemos que aprender a convivir con emociones que no nos resulten agradables.
Para los padres es conveniente fomentar la mentalidad de crecimiento (growthmindset) de los adolescentes. ¿De qué manera podemos hacerlo?
- En primer lugar, el adolescente debe desear el cambio. Empujarlo a terapia o forzarle a aplicar herramientas en las que no cree no traerá los resultados esperados. El esfuerzo coordinado es la base para alcanzar los objetivos.
- Es mejor comunicarnos con palabras positivas, mostrando nuestra plena confianza hacia ellos.
- Tengamos paciencia: los cambios no vienen al momento y todos tenemos limitaciones. ¡Qué bueno es conocerlas, nombrarlas y aceptarlas!
- Los objetivos deben ser marcados de forma común y ser razonables. Si nuestro objetivo es jugar en la NBA o ir al espacio, lo más normal es que acabemos frustrados. Conviene recordar que los objetivos de los adolescentes no tienen porqué ser los mismos que los de los padres. Es posible que tengan otra percepción del éxito o sobre el futuro.
- Para convertir una frustración en una opción de aprendizaje se requiere práctica.
En mi opinión, para finalizar este artículo para MeetLasRozas, debemos añadir un elemento fundamental a lo largo de todo el proceso: escuchar. El adolescente tiene un mundo por simbolizar a través de la palabra, experiencias por vivir, identidades que ir formando… En definitiva, una historia que contar. Evidentemente, no nos contarán todo. Ser su apoyo sin enjuiciar cada actuación puede tener efectos enormemente beneficiosos.